LAS obras de verano en Sevilla son previsibles. Un clásico. Por lo común, se han dejado para el mes de agosto, que era más puro y más duro. Pero desde que el calor se adelanta, y ya existe una playa artificial, se condena a los obreros y a los ciudadanos a soportar la desgracia desde el mes de julio. Este año el premio a las obras más molestas se debería conceder al asfaltado del Paseo de Colón.  Desde que se les ocurrió la curiosa idea de empezar a las horas del atardecer de la primera quincena de julio (que no es como los domingos de agosto), y dejar un solo carril en cada sentido, han fomentado los atascos. El evento comienza a las 20 horas y se prolonga hasta las siete de la mañana del día siguiente. Así durante dos semanas. Cuando algo semejante se practicaba en los tiempos de Monteseirín y de Zoido, se decía que les podría costar la Alcaldía. Ahora se sabe lo que costará: 386.000 euros. Todo es transparente.

DESPUÉS de las enseñanzas prácticas que hemos acumulado durante cinco ediciones, esparcidas a lo largo de 17 años del siglo XXI, en Sevilla se podría cursar un máster en Carreritas. O crear el posgrado de Tumultos de la Madrugada. O elaborar una tesis doctoral sobre Fundamentos de las Carreritas Comparadas. Estas cosas suceden por causas aleatorias. Mayormente, por una peleíta de gamberros. En realidad, ese sería el detonante. El ruido es lo que provoca el espanto. Los sevillanos y las sevillanas oyen un ruido raro, a partir de las cuatro de la Madrugada del Viernes Santo, y se ponen a correr como si estuvieran en la Nocturna del Guadalquivir.

SE llamaba Ana María del Boz Madueño y era la mejor oculista de Sevilla. Al menos, lo era para mí, ya que fue la única que consiguió frenarme una iritis herpética. Un oftalmólogo local me la había diagnosticado mal y medicado peor, con lo cual me dejó al borde de ingresar en la ONCE. Otros compañeros de la Seguridad Social tampoco descubrieron lo que había. Hasta que llegué a Ana, que era una experta en iritis, entre otras especialidades, y deshizo el entuerto y me la curó en pocos días. Ahora, cuando ha muerto a los 62 años, con tanta vida por delante como tenía, me he quedado sin oculista, y estoy seguro de que nunca encontraré a nadie como ella.

EL puente del Corpus es patrimonio inmaterial de los sevillanos. Pero está amenazado, como casi todo. Comentan en algún despacho del Palacio Arzobispal que a este puente le quedarán tres o cuatro años como mucho; llegará un momento en que será insostenible. Carece de sentido litúrgico, ya que la fiesta eucarística se conmemora hoy, el domingo en que salen las Custodias de Triana y la Magdalena. Tampoco está claro si beneficia o perjudica a la hostelería local, ya que la gente se larga; y los turistas de Sevilla Summertime vendrán sí o sí. Es un turisteo inasequible al desaliento y propicio a deshidratarse.

COMPARADA con la Giralda, cualquier torre que establezca un diálogo arquitectónico al otro lado del río será considerada una herejía. Pero todas tienen su tiempo y su momento. En Sevilla gusta mucho una torre, casi igual que un caballo y más que un peón. Y, por ello, la Torre Sevilla está predestinada al éxito. Ese mirador de la planta 37 es ideal para las novelerías. Y el hotel de cinco estrellas de Hotusa, con sus 19 plantas, contará con muchos clientes. Lo han ampliado, antes de empezar, por la demanda que se detecta, según informó el presidente de Hotusa, Amancio López.