SABEMOS que no es lo mismo una manifestación con un millón de participantes en Barcelona que con varias decenas en Cádiz. En las grandes ciudades, el éxito se mide por el millón de participantes. En ese sentido, la convocatoria de ayer en Barcelona fue un éxito para la Cataluña constitucional y democrática que quiere seguir siendo española. Está científicamente demostrado que en todas las manifestaciones con “un millón” de participantes no hay ni la mitad. Pero si la Guardia Urbana de Barcelona, a las órdenes de Ada Colau, dice que había 350.000 significa que había más o menos lo mismo que en las grandes concentraciones independentistas. Fue un éxito. Y estuvo muy bien que dieran la cara Mario Vargas Llosa o Josep Borrell, a los que no es tan sencillo acusarlos de fachas. No obstante, hay que recordar que las grandes manifestaciones de la democracia son las elecciones.

HA sido un detalle bonito inaugurar la estación de autobuses de Cádiz en las vísperas de la Virgen del Rosario. Como un acto previo al pregón que pronunció Luis Rivero. Sin embargo, con la inauguración, ha quedado de manifiesto que a Cádiz le faltan dos avenidas, y que se deben terminar cuanto antes mejor. Esta ciudad sólo tenía la Avenida, que en sus inicios fue de origen romano. En los tiempos post romanos de la alcaldesa Teófila y del ministro Álvarez Cascos se construyó la avenida del soterramiento sobre la vía del tren, dedicada al rey Juan Carlos I. Desde entonces, Cádiz tenía dos avenidas de verdad y algunas más de mentira, como la avenida de la Bahía, donde construyeron un paseo marítimo, pero no una avenida verdadera que encauzara la salida de tráfico.

ES increíble, pero cierto. Ayer sentí que volvíamos a los tiempos del Bicentenario. Se celebró un acto de postín en el Oratorio de San Felipe Neri, con la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor. Y aunque ella habló, en un plan institucional, sobre los difíciles momentos, era la misma Ana que venía a ver las obras del Segundo Puente, y se subía y se bajaba, acompañada por Teófila Martínez, que también estaba en el Oratorio, como en tantos actos bonitos del 2012. Por el contrario, no se encontraba allí el alcalde González, que no ejerció de alcalde de todos los gaditanos, como tampoco en el 2012, cuando no era alcalde, gracias a Dios, porque venían muchas personalidades.

OTRO amigo (este residente en Cádiz Norte, barrio nazareno de Santa María) me comenta que el problema de Cataluña se ha eternizado porque no se resuelve al modo de las hermandades y cofradías. ¿Y qué tiene que ver la sedición con la procesión? Pues la solución es bien sencilla. Y aunque no se puede poner una vela a Dios y otra al diablo, porque es pecado mortal, me resulta irresistible la tentación de entrar en una comparación tan odiosa. Ya que el camino de la solución se ilumina con cirios. Así he elaborado la siguiente parábola laica y apócrifa:

UN amigo residente en Cataluña me comenta que todo lo que está sucediendo allí es carnavalesco. Empezando por Carles Puigdemont, que luce un peinado como de los Beatles de Cádiz. Oriol Junqueras daría un tipo estupendo para una chirigota con gracia, como la de El Sheriff. Los Mossos en los colegios electorales parecían un cuarteto. Y cuando el Govern formó el grupo, al final de la jornada, y se pusieron solemnes, parecía que esperaban los premios: “En la ciudad de Barcelona, reunido el jurado, después de abrir las urnas, que ya venían abiertas, hemos acordado el siguiente fallo: Coros: Primero, ‘La Independencia’, 101,8 puntos. Segundo ‘La Unidad’, 5 puntos. Tercero, ‘El Circo’, 2 puntos. Accesit: ‘Picoletos y charnegos’, 0 puntos. Y así... Las urnas eran como de un romancero, por cierto.