ES un fenómeno maravilloso. En este país nadie gobierna y todos se oponen a todo. Vivimos en una campaña electoral interminable. Pasan unas elecciones y ya están preparando las siguientes, zurrándose sin los 100 días de gracia. Si sucediera al revés (si gobernaran mucho y la campaña durase poco) quizás la cesta de la compra no estaría tan por las nubes, habría más empleo y la gente viviría mejor. Pero al Gobierno de Sánchez y sus socios sólo les importa que ellos y ellas vivan mejor. Así que todo se hace con la mirada puesta en el horizonte de las urnas, no se piensa en nada más.

LA gente dice que el Gobierno se ha desunido, y que están como el perro y el gato antes de la ley de bienestar animal. Pero la unidad de la izquierda es un mito, no existe. La izquierda sólo se une contra algo o contra alguien. Y para colocar a sus militantes; aunque eso también lo hacen en la derecha. ¿Podemos? Sí. Pues palante. Y si no podemos, pues nos separamos. En España, la izquierda estaba desunida de toda la vida. Algunos historiadores opinan que Franco no hubiera ganado la guerra civil sin las luchas internas de la izquierda. Antaño era peor, mucho peor. En la guerra civil hubo comunistas que incluso se fusilaron entre ellos. Todavía no se sabe dónde está Andreu Nin. Resultaron muy duras las luchas entre los estalinistas y los trotskistas. En la memoria democrática, esa asignatura no se estudia.

A la gente le ha dado por decir que la izquierda de ahora no es como la de antes. Pues antaño no había izquierdistas tipo Irene Montero, y no hace falta remontarse a La Pasionaria. Por el contrario, los de la izquierda de ahora propagan que eso lo dice la gente de derechas, y que la izquierda de antes era de derechas. No es eso. La izquierda de antes fue de izquierda, lo que pasa es que la gente se hace más conservadora con el tiempo, cuando le queda poco. Así aparecen personajes como Ramón Tamames, que era del PCE en los tiempos finales de Franco, y a los 89 años se ha pasado a Vox. Más joven era Jorge Versrtrynge cuando se pasó del PP a IU, después a Podemos, y siendo podemita elogió a Marine Le Pen. Puede que Irene Montero parezca de derechas cuando sea vieja, digo mayor, y no sabemos si vivirá entonces en un chalé,  o dirá que sí es no.

LA guerra del coronavirus parece que ha terminado. Aunque la OMS informó el pasado viernes que hay casi 40.000 muertes semanales por Covid en el mundo, de ellas la mitad en China. En Wuhan empezó todo y ahí quedó. Han pasado tres años desde que algunos visionarios alertaron del riesgo de una epidemia que se propagaría por el mundo. La historia, por reciente, es conocida, aunque se intenta olvidar. Según anunció la todavía ministra de Sanidad, Carolina Darias (que sustituyó en ese cargo al ahora líder del socialismo catalán, Salvador Illa), el Gobierno aprobará el 7 de febrero que las mascarillas no sean exigibles en el transporte público. Con ello se difunde el mensaje de que ya no hay peligro de contagios.

APENAS faltan cuatro meses para las elecciones municipales. En Andalucía no coincidirán con las autonómicas, como en otras regiones. En Andalucía se consiguió que en las autonómicas sólo se hablara de Andalucía. Aunque, en los análisis, se buscó trascendencia nacional al éxito de Juanma Moreno. El PP presentó ayer en Cádiz a sus candidatos para las alcaldías de las capitales andaluzas. Los resultados que obtuvo Juanma dan esperanzas al PP para reconquistar alcaldías, entre ellas tres en las que tienen puesto especial interés: Sevilla y Granada, donde ahora gobierna el PSOE, y Cádiz, donde gobierna el populismo situado a la izquierda del PSOE. Para ello, en Cádiz van a contar con su presidente provincial, Bruno García, un Juanma a la gaditana. En Granada con la consejera Marifrán Carazo, y en Sevilla con José Luis Sanz, un político experto. La batalla de Sevilla puede ser la más reñida, porque el PSOE luchará para mantenerla con Antonio Muñoz.