ES muy curiosa la polémica que se ha montado en Cádiz a cuenta del nuevo hotel de Renfe. Ya se ha organizado una mesa redonda en la Asociación de Vecinos Casco Antiguo, donde todos los que intervinieron se mostraron en contra del nuevo hotel. Conozco a los que participaron y son personas cargadas de buenas intenciones. Pero me parece que el más sensato fue concejal de Urbanismo, Martín Vila, que no se pronunció porque todavía no conoce el proyecto. De ahí que le pareciera prudente esperar a que lo presenten. Si es que lo presentan, esto lo añado yo.
LA buena gente es desagradecida. Lo mismo encumbra que olvida. Lo mismo pelotea con falserío que critica sin piedad. Y, además, están despotricando contra un pasado en el que tuvieron tanto que ver. Fíjense lo que ha sucedido con aquellas pantallas LED. Primero amenizaban nuestras esperas en los semáforos o en las paradas de autobús. Después parecían las culpables de todos los males de Cádiz. Se convirtieron en un símbolo para los enemigos de la señora Martínez. ¿Qué culpa tenían las pobres pantallas? Se pasaron un poco con el puente, vale. Pero también se anunció el carril bici, y todavía no lo hemos visto. Ahora sobreviven algunas, de mala manera. Sin embargo, Cádiz está peor. O eso me dice todo el mundo.
NUESTROS políticos han ido a promocionar a Cádiz en la Feria Internacional del Turismo, que se celebra en Madrid. Es un duro trabajo. Ese Fitur, que un día se calificó como Fritur, por aquellos fritos variados que se degustaban. Lo curioso es que allí va cada cual a su manera, a salir en las fotos por su cuenta. Como si los turistas vinieran gracias a ellos. Pero lo que más me ha llamado la atención es que en Fitur ha pasado lo mismo que aquí: la Diputación y el Ayuntamiento han ofrecido dos versiones diferentes de Cádiz. Parecen mundos paralelos, o para lelos.
La Diputación ha intentado dar una imagen de diversidad de la provincia, más en sintonía con el carácter técnico del evento en cuestión. Irene García, cuando intervino en la presentación, apareció rodeada de empresarios provinciales, como el presidente de la Cámara de Comercio, Ángel Juan; o el presidente de Horeca, Antonio de María; o políticos como Fran González, además de técnicos. Todos los señores con corbata (prenda muy utilizada en ferias como esa, a la que suelen acudir directivos) y todas las señoras con ropa de Zara y Mango, mayormente. Una cosa para cumplir.
Por el contrario, me ha sorprendido la imagen de pandereta que ha dado el Ayuntamiento gaditano. También me ha sorprendido que la oposición municipal, distraída con temas irrelevantes, no se preocupe por eso. La presentación estaba a cargo del alcalde, José María González, la concejala del sector turístico, Laura Jiménez; el concejal de Economía, David Navarro, y el actor Antonio Resines, como artista invitado. Y para hacer propaganda (¿o es autobombo?) de la ciudad se utilizó como reclamo principal (y casi único) el Carnaval.
Después no quieren que le recuerden que es comparsista en la reserva activa. O en excedencia, nunca se sabe. Reducir el atractivo del turismo en Cádiz al Carnaval me parece bochornoso. A mí también me gusta, por supuesto. Pero Cádiz tiene mucho más. La ciudad trimilenaria existía antes de los coros, comparsas, chirigotas y el cuarteto que lo presentó. Ahí está ese Cádiz del Tricentenario que se conmemora en 2017, con el traslado de la Casa que regulaba el comercio con América; y que se consiguió gracias a las gestiones municipales de entonces. Véase el declive: ahora se conforman con pedir una Gran Regata para 2020. Cuando puede que gobiernen otros; o no.
“Lo más puro de Cádiz que podemos ofrecer” es el Carnaval. Es la visión turística de la ciudad que tiene el alcalde comparsista. A partir de ahí, lo demás cae por su peso.
José Joaquín León
HA nevado en Grazalema, en Ubrique, en Algodonales, incluso en Algar y otras poblaciones de la Sierra. Tenemos una ola de frío. Pero otra vez hemos perdido la oportunidad. Ni un copito de nieve despistado se ha dejado ver por Cádiz. Al menos, no todavía. Es sabido que nevó en esta ciudad el 9 de febrero de 1935. Es sabido porque José María Pemán escribió un artículo antológico, titulado Nieve en Cádiz, con el que ganó el premio Mariano de Cavia. Se supone que nevó en Cádiz sólo para que don José María ganara el premio. Pues después, poquita cosa. También cayó algo parecido a la nieve el 3 de febrero de 1954. Sin embargo, en los últimos 63 años no se ha visto nada. Varias generaciones han nacido sin nieve en Cádiz.
UN Carnaval de Cádiz sin colas para conseguir entradas sería considerado como un fracaso. Es sabido que el 50% de las entradas de preliminares que se venden por Internet se agotó prácticamente antes de salir a la venta. O unos minutitos después, quiero decir. Las entradas digitales salen al mogollón, y al ratito ya se sabe que no va a quedar ni una. Se ha convertido en una costumbre, desde que tuvieron la ocurrencia en tiempos de Vicente Sánchez como concejal de Fiestas. El sistema fue duramente criticado, porque Internet no distingue entre gaditanos y extranjeros. Aparte de que nadie sabe si los duendes de Internet son hackers o reventas.