SI el Ayuntamiento ha conseguido vender el hotel del estadio, todo es posible en Cádiz. Lo ha logrado después de varios intentos, pero ya ha firmado las escrituras la empresa granadina que administrará el Gran Hotel Luna de Cádiz. A eso se añade que la Junta de Andalucía consiguió vender el edificio del Tiempo Libre a la empresa sevillana Q Hoteles, y aunque el hotel Cádiz Bahía no abrió sus puertas el pasado verano, como se esperaba, está en avanzada fase de gestación. Posiblemente, esas operaciones influyen en el trasfondo de lo que está ocurriendo con Valcárcel y la Diputación. Probablemente, piensen que si la Junta de Juanma y el Ayuntamiento de Kichi lo consiguieron, ellos no deberían ser más torpes.

DESDE que el rector de la UCA, Francisco Piniella, dijo que lo mejor para Valcárcel era que nadie hablara de Valcárcel, todo el mundo está hablando. Y cuando la Junta de Andalucía propuso una reunión con la UCA, la Diputación y el Ayuntamiento para la financiación del traslado de Ciencias de la Educación, ha salido el presidente de la Diputación, Juan Carlos Ruiz Boix, diciendo que se podría reactivar el uso hotelero, si no hay acuerdo en seis meses. Enhorabuena, por fin se vuelve a asumir que la Diputación es la casera y propietaria del edificio de Valcárcel. Y por fin se vuelve a hablar de lo más sensato: abrir allí un hotel de lujo.

IGUAL que no hay mocita sin amor, según decía el refranero machista, no hay alcalde o alcaldesa de Cádiz sin una Gran Regata. “Esta ha sido la más importante de la historia”, según dicen siempre. Después de la Sail GP de 2022, que es una regata diferente, como de fórmula uno del mar, nuestro alcalde Kichi ha declarado que Cádiz se ha puesto “a la altura de San Francisco o Sidney”, lo que da pruebas de la magnitud del evento. Cualquiera que haya viajado a San Francisco o Sidney apreciará algunas diferencias urbanas, regatas al margen. Ni qué decir tiene que el alcalde también destacó que los organizadores estaban satisfechos, porque una acogida como la de Cádiz no la reciben en ningún lugar.

VUELVE don Antonio Ceballos Atienza a Cádiz, en su último viaje, el definitivo, para ser enterrado en la Catedral. Vuelve con humildad y discreción, casi en silencio, como vivió. Era un hombre de Dios antes que obispo, que no buscaba pompas ni vanidades, que sólo utilizaba la vara del pastor para guiar, pero que se detenía a hablar con las ovejas, como si fuera una más del redil, porque el verdadero Pastor es otro. Algunos decían que no parecía un obispo, sino que era como un párroco, como lo había sido en Jaén, antes de llegar a Cádiz. Y eso se debe entender en positivo: siempre estaba cercano a sus feligreses, más preocupado por los demás que por sí mismo.

LA procesión Magna de Cádiz, en conmemoración del tricentenario de la Catedral, ha sido un éxito. Ha llenado de legítimo orgullo a muchos cofrades y ha puesto histéricos a los enemigos de las procesiones. Objetivo cumplido. El Consejo, su presidente, Juan Carlos Jurado, en particular, y las hermandades han triunfado porque no era fácil. En el siglo XX, cuando se hablaba de las fiestas de Cádiz (religiosas y laicas), fuera sólo valoraban el Carnaval y consideraban la Semana Santa como de andar por casa. Era un error, porque la imaginería de Cádiz es de las tres mejores de Andalucía (no toda, claro), las hermandades tienen un notable patrimonio, y se mantienen tradiciones, como la carga, que son autóctonas. Fue un éxito, pero entre tantas luces, hubo también algunas sombras, y hay que anotarlo.