NO se puede decir que Bruno García va a cambiar el nombre del estadio, sino que el alcalde va a recambiarlo. Se lo han pedido el Cádiz CF y una plataforma que se montó para que el estadio se denominara Carranza, pero ese no puede ser el motivo ni la excusa, sino que la razón está de su parte. Y, además, era un compromiso del PP, que lo había prometido antes de ganar las últimas elecciones municipales. Naturalmente, no las ganó por el estadio, sino por la desastrosa gestión que hicieron Kichi y sus colegas de Adelante Izquierda Gaditana, con medidas inútiles, como la citada de cambiar el nombre al estadio, para ponerle Nuevo Mirandilla.
SERÍA muy oportuno que el pleno municipal, con el visto bueno de la comisión del nomenclátor o lo que sea, apruebe la dedicatoria de una glorieta a las plataformas gaditanas. Ya han dedicado enclaves urbanos a los periodistas, la sanidad pública, la educación pública y otros colectivos. Pero echamos en falta una glorieta que premie la gran labor social de nuestras plataformas. Cádiz no tiene nada reconocido en el patrimonio de la Humanidad, pero debería ser nombrada capital de las plataformas. Hay más plataformas que librerías. Aportaría una temática para otro congreso internacional y la llegada de cientos de visitantes. Se podrían alojar en pisos turísticos, o en el hotel del Campo de las Balas. Según los posibles de los congresistas.
ERA previsible lo que ha ocurrido con el cartel del Carnaval de Cádiz. Es lo que suele pasar cuando se incurre en el populismo de convocar un concurso seudodemocrático para elegir un cartel, al que se puede presentar cualquier aprendiz, y con técnicas abiertas. En unos tiempos donde la inteligencia artificial compite descaradamente con la inteligencia natural. Nada hay más elitista que el arte. Y no es cuestión de derechas ni de izquierdas. No es igual Picasso (un comunista), o Dalí (un surrealista teocrático) que un pintamonas de barriada. La cultura debe fomentar calidad, originalidad y un arte diferencial. La pintura es una de las bellas artes más difíciles.
LA procesión de la Virgen del Carmen, de Cádiz, del pasado martes fue la más multitudinaria de los últimos años. El itinerario había sido ampliado para visitar a las carmelitas descalzas del monasterio del Corpus Christi en Argüelles, y estuvo abarrotado. Había público de todas las edades. Muchos jóvenes y jóvenas (es decir, chicos y chicas, más allá de los tópicos), y eso demuestra que la afición a las cofradías tiene fuerza y es un filón que debe aprovechar la Iglesia de Cádiz. ¿Es devoción religiosa o costumbrismo? En el caso del Carmen, es ante todo sentimiento. Sin sentimiento no hay devoción, y sin devoción es más difícil que brote la fe. La mayoría no va a misa los domingos, pero la semilla está sembrada. Eso es lo que ahora se denomina piedad popular; o sea, la devoción.
DESPOLITIZAR el fútbol ha sido la clave del éxito de la selección de España, campeona de Europa. El paladín de esa despolitización ha sido Luis de la Fuente. Lo nombró seleccionador Luis Rubiales, todo hay que decirlo. Después del pico a Jenni Hermoso, que politizó el éxito de la selección femenina campeona del mundo, se vio a Luis de la Fuente entre los que más aplaudían el discurso de Rubiales. Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y demás gobernantes progresistas colocaron a Luis de la Fuente en el punto de mira. El objetivo era echarlo. Pero los futbolistas hicieron piña con De la Fuente, ganaron por 1-7 en Georgia, y empezó la fiesta. En el Gobierno se quedaron con las ganas de venganza. Aquel día debutó y marcó Lamine Yamal, con 16 años y 57 días.