HOY es la fiesta de Santiago, patrono de España. Es un santo de sólido prestigio y acrisolado arraigo en la historia de nuestra patria o matria. En su viaje por estas tierras propagó el cristianismo, por lo que le debemos estar muy agradecidos, pues evitó que hubiera más bárbaros de los que todavía existen en este país. Aportó civilización y una religión que se basa en el perdón, aunque en la iconografía del santo una de sus representaciones más populares es como matador de moros. Una leyenda discutible. En el siglo I, cuando llegó, no había moros en Hispania. El aprecio de los políticos por Santiago es evidente: ha dado nombre a algunos de ideas tan opuestas como Carrillo y Abascal. Es decir, te puedes llamar Santiago y ser del PCE o de Vox, según las líneas rojas. El Rey o su representante le presenta un voto en la catedral de Santiago de Compostela, y aún no se lo han prohibido.

LA gestión de la pandemia en España es vergonzosa. Pedro Sánchez está imitando al Bolsonaro de Brasil, aunque allí la Copa América se ha disputado a puerta cerrada. No basta con cambiar a algunos de los ministros inútiles de los que se había rodeado, ni con protestar porque el confinamiento del estado de alarma sea declarado inconstitucional. Existía esa duda, y se lo alertaron algunos catedráticos desde el principio. Partidos de ideologías varias, desde el PP a ERC, le han ofrecido apoyo para una legislación específica, pero el PSOE y Unidas Podemos lo descartaron. Un gran problema de este Gobierno era y es la chulería política.

LO que faltaba: ahora un cambio de ministros en plena canícula ardiente. Ya no saben qué hacer para que no hablemos de la pandemia galopante de los jóvenes y de las recomendaciones de Francia y Alemania para no viajar a España, este país. Así que Pedro Sánchez ha aprovechado para poner el punto y aparte a varios ministros y ministras, y zampárselos cual chuletones cocinados en los fogones del CIS. En esa última cena ha caído hasta el chef Iván Redondo, y a la portavoz, María Jesús Montero, la ha retirado de la atención al cliente. Sin embargo, se le han ido vivos (y se han quedado crudos) los ministros y ministras de Unidas Podemos, que son cinco: Yolanda Díaz, Ione Belarra, Irene Montero, Alberto Garzón y Manuel Castells, poco útiles y prescindibles, aunque los tres últimos parecen imbatibles. Siguen como si fueran de otro Gobierno, o de otra galaxia.

LA gente que está fuertemente catalanizada, tras desayunar pa amb tomaquet y calzarse la barretina, dice: “Este Gobierno ya no sabe qué inventar para que no se hable de los indultos”. Ahora hemos vuelto al eterno debate de las pensiones. Primero proclamaron que el Gobierno de Pedro Sánchez ha cerrado un acuerdo con los sindicatos y empresarios, a mayor gloria de los pensionistas que han conseguido sobrevivir a la pandemia. A pesar de que muchas personas de 65 años y otros sexagenarios todavía no han recibido la segunda dosis de AstraZéneca. ¿Es para reducir el número de pensiones? Eso dicen las malas lenguas, pero no se lo crean. Para reducir las pensiones, ya está el ministro Escrivá, según los días.

EL gran malabarista Pedro Sánchez sigue con sus juegos. Se ha buscado un ayudante llamado Oriol Junqueras, que da el tipo para las actuaciones circenses; y allá que se han lanzado los dos, a crear ilusionismo y magia. A mesa y mantel se podrán reunir en Cataluña, pero de ahí no va a salir nada interesante. El banquete de esa mesa es para montar un paripé y hacerse unas fotos. Cataluña no tiene arreglo, ni lo va a tener en los próximos años. Oriol Junqueras sabe que la vía unilateral para la independencia es absurda. Es surrealismo en el mundo de hoy. Ni la Unión Europea, ni EEUUU, ni siquiera Marruecos (bueno, ahí quedan dudas) lo iban a reconocer.