COMIENZA una Semana Santa la mar de rara. En otros tiempos, cuando los virus circulaban sin corona y sin mascarillas, se estableció una distinción entre las procesiones y las playas. Unos iban a ver procesiones y otros a las playas. Excepto en las ciudades marítimas, como Cádiz, Málaga, o Huelva, donde era posible ir a la playa por las mañanas y a las procesiones por las tardes. En Sevilla o en Córdoba se quedaban o se iban. Todo eso ya resulta anecdótico, porque se ha perdido la libertad de elección. Volverán las saetas carceleras. La suerte de la europea la andaluza la desea. A eso llama María Jesús Montero reciprocidad: a que la andaluza y el andaluz parece que no son de Europa. Y así la andaluza no puede hacer lo mismo que la alemana, ni la francesa, chúpate esa.

LA Junta de Andalucía ha aprobado unas medidas incoherentes para la Semana Santa, con las que envía mensajes contradictorios. Por un lado, encierran a los andaluces en sus provincias. Por otro lado, permiten a los bares abrir dos horas más que en Navidad, ya que no deben cerrar de 18 a 20 horas y se prolonga otra vez a las 22:30 horas. Eso sí, sin clientes de otras provincias, aunque tengan un nivel similar de contagios. Estas medidas carecen de relevancia científica, como tantas que aprueban mientras sufrimos una ola tras otra. Todavía tienen una semana para rectificar antes del Domingo de Ramos, si es que les queda un poco de sentido común, si es que Juanma Moreno y Juan Marín (preocupados por otros asuntos) no quieren ser artífices de este despropósito.

YA ha pasado un año desde que empezaron los confinamientos en España. La pandemia del Covid 19 ha dejado a la Unión Europea con las vergüenzas al aire. Después de varios meses de disputa entre los países para asignar los fondos, y de adoptar medidas discutibles que han provocado tres olas pandémicas, ha llegado el desastre de las vacunas. No han sido capaces de conseguirlas en número suficiente para las necesidades, ni tampoco de producirlas. Las principales vacunas están controladas por EEUU, el Reino Unido, Rusia y China. A pesar de que la de Pfizer está desarrollada por BioNTech, una empresa farmacéutica alemana. Ahí se ha demostrado que la UE retrocede entre las grandes potencias del mundo, sobre todo por su ineficacia política.

LA destitución de Fernando Simón como coordinador de la pandemia del Covid 19 sería una medida de higiene nacional. Desde el principio este señor ha cometido errores de bulto. Ha adoptado decisiones equivocadas, que él mismo ha reconocido. Ha realizado declaraciones contradictorias, en las que decía algo y lo contrario. Ha asumido, en ocasiones, que íbamos mal y hasta que no sabía por dónde íbamos. Se ha permitido detalles chulescos. Ha omitido las consecuencias de sus errores, que podían ser incluso mortales. Y hasta ha lanzado mensajes opuestos a los que difundía el Gobierno. Sin embargo, Pedro Sánchez, que se lo encontró en el cargo, no lo ha destituido. ¿Por qué? Debe ser por algo que no sabemos. Otra explicación choca contra la lógica.

HAN pasado más de 40 años desde aquel 28 de febrero de 1980, cuando los andaluces votaron su autonomía. La Andalucía de hoy afronta algunos peligros parecidos a los de entonces. Nunca deberíamos olvidar que aquel referéndum sirvió para unir a un amplio sector de los andaluces. Unirlos contra los privilegios que el Gobierno intentaba que sólo fueran para las nacionalidades históricas reconocidas en la Constitución: Cataluña, País Vasco y Galicia. Es decir, las que tenían lengua propia y las que habían alcanzado prerrogativas en la Segunda República. Por el contrario, Andalucía debía ganarse la autonomía en un referéndum con muy duras condiciones.