CATALUÑA es España, pero las elecciones de Cataluña no son como las de España. Además, cuando sólo ha votado el 53,54% del censo electoral (en 2017 votó el 79,09%), los resultados están distorsionados por la pandemia. Un ejemplo: dicen que la mayoría de los catalanes han votado a partidos independentistas, pero en realidad sólo le han dado su apoyo un catalán y pico de cada cuatro censados; y se abstuvieron casi dos catalanes de cada cuatro. Los resultados conflictivos y la escasa participación obligan moralmente a convocar otras elecciones cuando se inmunice el rebaño, en las que podría pasar de todo, incluso lo mismo. Pero en los resultados hay un aspecto interesante para la política nacional: la hecatombe del centro derecha y el avance de Vox.

LA demagogia y el populismo cutre que impregnan la política de este país alcanzan momentos épicos con las vacunaciones. Raro es el día que no publican noticias de alguien que se ha saltado el orden. Y, naturalmente, se pone el énfasis en los de siempre: los políticos de los otros partidos (cuando se han colado militantes de todos), los militares y hasta los obispos. Así se ha dado la bochornosa circunstancia de que forzaron a dimitir al Jemad, el general Miguel Ángel Villarroya, por haberse vacunado. Mientras ahora, en la nueva remesa, están entrando soldados, policías y bomberos, además de los sanitarios que llaman de segunda fila (distinción de por sí patética).

FALTA sólo una semana para que se consume una de las mayores barbaridades contra la democracia en España. Me refiero a las elecciones autonómicas de Cataluña, que han convocado coincidiendo con la tercera ola del Covid-19, con restricciones y medidas sanitarias en las que resulta imposible votar con normalidad. Tampoco es factible constituir las mesas electorales sin arriesgar a sus componentes. Lo que está sucediendo es abusivo, es un retorcimiento de la democracia, aunque haya sido autorizado por la Junta Electoral. Y si la participación flojea no será inevitable, sino porque lo han buscado con intencionalidad ventajista. El principal motivo por el que no se aplazan es porque Pedro Sánchez y los socialistas catalanes se han negado para aprovechar el gran momento de Salvador Illa.

NO se le puede negar a Pedro Sánchez que es un artista de los votos. Sabe sumar estupendamente, y sabe trajinar aún mejor. De manera que gana todas las votaciones importantes, lo mismo le da una moción de censura, un estado de alarma, una eutanasia o unos fondos europeos. Y tiene mérito, ya que el PSOE sólo consiguió 120 escaños y está lejos de la mayoría absoluta. Y todos los partidos que hay alrededor dicen que le hacen la oposición, incluso Unidas Podemos que forma parte del Gobierno. Pero a la hora de la verdad (que no es la de las mentiras) recurre a quien haga falta: desde Bildu a Vox. Todos le echan un cable si está en apuros. Y ahí sigue, más crecido que nunca, y con unas encuestas cachondeables, cocinadas por el CIS a su mayor gloria.

HA llamado la atención que el nuevo presidente de los EEUU, Joe Biden, comenzó la jornada de su toma de posesión asistiendo a una misa en la Catedral católica de San Mateo, en Washington. No sé por qué ha llamado la atención, ya que Biden nunca ha ocultado sus creencias religiosas. Estaban muy presentes en las medidas que defendió en la campaña y en las primeras que adoptó. Unas medidas que se inspiran en el humanismo cristiano y en la doctrina social de la Iglesia católica. Parecen de izquierda en EEUU porque allí gobernaba Trump, con unos planteamientos de histrionismo reaccionario y un talante chulesco, en sintonía con la América más profunda.