AL volver el alcalde, Juan Espadas, del World Travel Market de Londres, con ocho vuelos chárter y otros acuerdos turísticos, ha prometido más autobuses de Tussam al aeropuerto, más taxis, lo que haga falta. La polémica sobre el transporte del aeropuerto de Sevilla se airea cíclicamente. Es un problema grave y antiguo. Es un lastre muy pesado para afrontar un salto de calidad. Según los últimos datos, aumentará hasta un 40% el número de viajeros con los nuevos destinos. Pero Sevilla no está todavía entre los 10 principales aeropuertos de España en número de pasajeros; y en Andalucía es el segundo, a gran distancia de Málaga, que lo cuadruplica.
EN los últimos días, semanas, e incluso meses, desde el PP han llegado cantos de sirena, profecías, mensajes, acerca del nombramiento de Beltrán Pérez como candidato a la Alcaldía en 2019. En diversos foros, en la reunión semiclandestina con el líder regional Juanma Moreno, en la intervención sentida de Javier Arenas en el Congreso Provincial de las Nuevas Generaciones y demás, se ha hablado de Beltrán como el candidato, dándolo por supuesto, pero dejando muy claro que no es el candidato. ¿Por qué? Porque todavía no lo han dicho donde lo deben decir, que es en el edificio central de la calle Génova, de Madrid. Y allí nunca se sabe si el Sergio Ramos de turno marcará un gol en el último minuto.
PASA con los jueces lo mismo que con los árbitros: a unos los consideran caseros y a otros anticaseros. La culpa de la politización de la Justicia la tienen los políticos (de todos los partidos) que hablan del Estado de Derecho, Montesquieu, la separación de poderes, la independencia judicial y otros sagrados preceptos en los que no creen ni ellos mismos. Son como Mourinhos. De modo que hablan de este juez o de aquella jueza, según le piten a los suyos. Igual que los investigados son culpables o inocentes, según sean de su partido o del otro. La presunción de inocencia sólo protege a los propios y se olvida con los rivales.
HASTA 1914, cuando fue inaugurado el parque de María Luisa, en Sevilla no había ninguno. Existían jardines de universal fama, como los del Alcázar. La infanta María Luisa, duquesa de Montpensier, donó parte de los jardines de San Telmo en 1893. Fueron reconvertidos en su Parque. El único parque conocido durante muchos años, al que todavía se denomina El Parque. Según he leído, actualmente el 30% de sus árboles se encuentran en un estado digamos que pachucho. En los últimos años, la ciudad se ha llenado de parques. Según los cálculos más optimistas, cuando se inaugure el proyecto de Tablada, la ciudad contará con 1.700 hectáreas de zonas verdes. Ahí es nada. Algunas fuentes estiman que cada sevillano sale a 14 metros cuadrados de parque por cabeza. Se cumplen todos los estándares internacionales. Esta es una ciudad verde, y no sólo en Heliópolis.
LA culpa ha sido de la noche de Halloween. En los últimos años habíamos escrito tropecientos artículos, denunciando que era un invento yanqui, una ordinariez, algo impropio de nuestras tradiciones y fiestas. Pues ha bastado un exceso de aforo (entraron 1.400 criaturitas donde cabían 900) en un local de San Francisco Javier para que la nochecita de los monstruitos evocara no al más allá, sino al más pallá, cuando aquella fiesta de Halloween de Madrid, de infausto recuerdo. Por supuesto, no ha ocurrido nada parecido. Pero sí lo suficiente para que hayan clausurado tres locales y para que se preocupen. Y, de rebote, se han acordado de la botellona, que no estaba muerta, como cantaba Peret, sino que estaba tomando cañas con los disfraces tenebrosos.