A día de hoy, los únicos que siguen confinados son los Cristos, las Vírgenes y los santos, a los que no permiten salir de las iglesias. Las imágenes sagradas van a tardar más en salir a las calles que los jóvenes en irse de marcha a las discotecas. Con lo cual también se aprecia que algunos están contentos con el confinamiento de las imágenes sagradas dentro de los templos, donde ya se han celebrado varias procesiones claustrales eucarísticas, con el Santísimo, guardando las debidas distancias. Además de un Corpus interior y atípico, libre de capillitas. Así que el tabú está en las calles, sólo en las calles. Por varios motivos que merecen un análisis más sosegado, sin conformismo de rebaño, y con vistas al futuro.

ES mucho más que Semana Santa y Feria. Sevilla cuenta con infinitos atractivos. Por ejemplo, se han puesto de moda Cristóbal Colón y Miguel de Cervantes, gracias a unos cretinos analfabetos antisistematizados que se dedican a derribar sus estatuas o pintarrajearlas, y a despotricar contra ellos. Pues Sevilla está en perfectas condiciones para organizar el Año de Colón y el Año de Cervantes, y ofrecerlo en el mismo paquete turístico de lujo. Antonio Muñoz, que está buscando incentivar la llegada de extranjeros, cuanto más lejos mejor, debería potenciar este asunto, ya que también tiene la responsabilidad de la cultura. Hay una Sevilla colombina. Hay una Sevilla cervantina. Pueden organizar rutas, exposiciones, conciertos, congresos. Todo, menos procesiones. Siempre guardando las medidas de seguridad y con mascarillas.

LAS mascarillas han llegado para quedarse. Algo así dijo el doctor Simón, cuando ya las vendían en todas las farmacias y en muchos supermercados. Es decir, cuando llegaron las mascarillas al público, que fue cuando ya iban las cuentas por más de 15.000 muertos. Según algunos expertos, es posible que hubieran evitado cientos o decenas de muertos, e infinidad de contagios, en caso de haber tenido más y mejores elementos de protección desde el principio. Es decir, a finales de febrero y comienzos de marzo, cuando incluso las exportaban desde España, y se compraban en Amazon, hasta que se acabaron. Pero ahora es diferente y en Sevilla lo deben aprovechar.

EL estado de alarma ha durado 100 días, ha llegado hasta el comienzo del verano. Pedro Sánchez se queda muy contento (a pesar de los muertos por contar), porque él ha salvado el pellejo. En Sevilla empieza un duro verano, y para hoy han previsto una máxima de 41 grados. Domingo triste, de calles vacías y sudor en soledad. Los únicos remedios contra el coronavirus han sido el confinamiento y el calor. Es decir, encerrar a la gente y ganar tiempo. Con eso paliaron el caos de la falta de mascarillas y equipos de protección en los primeros momentos, así como las facilidades dadas para los contagios. Primero, favoreciendo concentraciones como las del fútbol profesional y el 8-M, cuando el coronavirus ya había llegado a Europa (y a España, donde aparecieron casos en febrero). Y segundo, con el caos en los hospitales, que se convirtieron en un foco de contagios, con una carga vírica terrible, y con sanitarios enviados al martirio. Y tercero, por ser incapaces de poner cortafuegos en algunas residencias de ancianos, donde han muerto miles de personas (no se sabe cuántos), en muchos casos porque introdujeron el virus cuidadores y visitantes asintomáticos.

LA gente está loca de contenta, algunos incluso dando volteretas por las calles vacías del barrio de Santa Cruz. Mañana entraremos en la nueva anormalidad, llamada la nueva normalidad por el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Andalucía vuelve a ser competente, y dependerá de las normas de Juanma Moreno y Juan Marín, que lo publicarán en el BOJA, si bien con las reservas del Gobierno, que no renuncia a contar muertos y cosas así. Entre los logros del nuevo momentazo, destacaría que ya no hay que desescalar nada, pues hemos llegado al fin de la cita y al fin del precipicio. Algunos negocios se han despeñado a tumba abierta, aunque no todos.