LA semana pasada escribí sobre los jueves que perdimos y hoy sobre los viernes que ganamos. Nunca se habló de los viernes que hay en el año que relucen más que el sol, porque el Viernes Santo suele amanecer lluvioso, o al menos nuboso y dudoso. Algunos supersticiosos culpan a la luna de Parasceve, como origen del mal fario. La luna no tiene la culpa y se puede demostrar, aunque me lo ahorro. El  viernes era el día en que había problemas con los costaleros profesionales, pues las cuadrillas llegaban reventadas. En la Feria, el viernes era cuando algunos ya dimitían, como si fueran ministros de Sánchez, y se iban a la playa. El viernes siempre fue, es y será un día piadoso, de visitar al Señor en San Lorenzo. El viernes era el último día laborable.

SER alcalde no es sencillo. A veces vives momentos bonitos. ¿Y lo que hay que aguantar? Ayer fue una jornada agridulce. A las 10 de la mañana, Juan Espadas pasó a la historia local como el alcalde con el que se ha abierto el primer establecimiento de Primark en Sevilla. Por fin: flagship en Torre Sevilla, y con influencers. Nunca antes ningún alcalde vivió cosa semejante. Puede que otros hayan presidido un Santo Entierro Grande, o lo que sea, y Espadas todavía no; pero inaugurar un Primark carece de antecedentes. Había gente esperando desde las siete de la mañana. Yo no sé para qué se van algunos desde temprano, siempre que hay algo curioso. Pero la verdad es que esto sucedía por vez primera en la vida. Estaban como locos.

Juan Carlos Cabrera había dispuesto un servicio de tráfico especial. Tussam había reforzado sus líneas con destino a Torre Sevilla. Y, por si fuera poco, Uber y Cabify ofrecían servicios gratuitos, por crear ambiente con los taxistas y protestar contra el Gobierno. Así da gusto comprar en Primark. Aunque en El Corte Inglés de la plaza del Duque también había descuentos.

LA gente es así de novelera. Parece que por fin ha llegado el día en que Sevilla se convierte en una gran ciudad. Gracias a la inauguración del centro comercial de Torre de Sevilla, donde entre otras tiendas hay una de Primark. Sin embargo, lo más interesante de este  centro comercial es que va a legitimar la mismísima Torre Sevilla. Ese rascacielos que antaño se llamó la Torre Pelli, en recuerdo de su autor. Fue criticado por todo el mundo en general, porque una ciudad como Sevilla no debía contar con un rascacielos como ese. Rivalizaba con la Giralda, establecía un histriónico diálogo arquitectónico, destrozaba el sky line a lo salvaje... Eso es lo que decían.

HAY una gran diferencia entre la realidad y el deseo, dicho sea sin evocaciones poéticas de Luis Cernuda. El deseo se expresa con planes para 2025, con estrategias para 2030, con actos vistosos en los que se habla de convertir a Sevilla en un gran nudo logístico, en la encrucijada del sur de Europa y el norte de África, en el corazón de Andalucía y en la amiga de Portugal. Se habla de innovación, de tecnología y de fantasías animadas. Frente a eso, está la realidad. Lo real desmiente a lo imaginario. Lo real es que las infraestructuras de Sevilla sufren un retraso de más de 25 años, tras el frenazo impuesto a continuación de la Expo 92.

POR fin han nombrado a una mujer pregonera. Le ha correspondido a Charo Padilla ese honor. No se ha demorado sólo por machismo, sino especialmente por miedo. Es decir, por un temor al qué dirán si no le sale bien. Esa lupa enfocada de la que habla Charo. Pues se ha dado por supuesto que la primera mujer pregonera que salga al escenario del Teatro de la Maestranza representa a todo el género femenino en su faceta pregoneril. Algo así como la Eva de los pregones, que nos lo ofrece a modo de manzana, a ver si gusta. Es una estupidez, porque si un hombre pregonero suelta un petardazo en el atril (y no sería el primero, ni el segundo), el problema es sólo suyo, pero no de todo el género masculino.