EN Cádiz se protesta porque no hay Ciudad de la Justicia y se guasearon con las obras nunca vistas del nuevo Hospital. Pero no hay quejas, ni vemos mareas multicolores, por otro rollo de imposible cumplimiento: la ampliación del Museo de Cádiz, con la recuperación de la Academia de Bellas Artes y el edificio de la antigua escuela del callejón del Tinte. ¿Y saben por qué? Por la Ciudad de la Justicia protestan los abogados, los procuradores, los graduados sociales. Por el nuevo hospital (y por el viejo) protestan los médicos, los enfermeros, los celadores, la marea blanca. Y por la ampliación del Museo se protesta en voz baja. Muy baja, porque el culturismo local está en horas bajas y no se le oye.

TODOS los años se monta algún escándalo en esta provincia porque se ha perdido una bandera azul. El año pasado se perdieron las de El Puerto de Santa María, que por fin han recuperado. Así que la bronca se ha trasladado a Chiclana, el buque insignia del turismo veraniego y del sanchismo socialista, donde se mantiene la enseña azul de La Barrosa y se pierde la de Sancti Petri. Por un problema con las depuradoras, el fósforo y el nitrógeno, según explicó el concejal de Medio Ambiente y Playas, Joaquín Páez, al que le ha tocado ese marrón. Porque este verano habrá que explicar a la gente por qué se cumple el nivel de depuración del fósforo, pero no del nitrógeno, y otros problemas químicos de los mares.

UN elemento en común entre las dictaduras y los ayuntamientos del cambio es que les encanta prohibir. Se ha visto, una vez más, en Cádiz. Ahora quieren prohibir veladores en las terrazas, con excusas, igual que antes prohibieron los circos, los toros, los mulos del Rocío y casi todo lo relativo al reino animal. También parece ser que están prohibidas otras acciones animalescas que no se vigilan tanto. Pero esa es otra historia. Una cosa es prohibir y otra que se cumpla, se vigile y se sancione. Pues la esencia de la prohibición es sólo el placer de lo prohibido. O sea, incordiar, fastidiar, que la gente hable del alcalde González aunque sea mal.

UNA característica esencial de lo gaditano es pensar que todo lo de fuera es mejor. Por lo que es conveniente inspirarse en otras ciudades. Un ejemplo más se ha visto en el Puerto de Cádiz. La semana pasada, con muy buenas intenciones, una representación institucional entre quienes se encontraba el alcalde, José María González; el presidente de la Autoridad Portuaria, José Luis Blanco, así como ediles de la trama gaditana de la oposición, acudió a Málaga a conocer de cerca la integración del Puerto malagueño. Todos unidos, sin insultarse por el camino. Allí hablaron con el presidente de la Autoridad Portuaria de Málaga, Paulino Plata, que les explicó los pormenores de esa integración, que se realizó cuando él era consejero de la Junta de Andalucía en Sevilla.

ES curiosa la reacción en la provincia de Cádiz después de que un restaurante, el Aponiente, de Ángel León, haya sido incluido entre los 50 mejores de Europa en la Opinionated About Dining (OAD), una de las listas más prestigiosas que existen. Aquí nuestras autoridades ni siquiera lo han elogiado públicamente. Aquí se discute si hay que dejar más o menos veladores en las terrazas de los bares de Cádiz (una polémica copiada de Sevilla, como tantas cosas); o bien si a la hostelería le conviene unas Fiestas Típicas que no quiere casi nadie. Insisto: lo que le conviene a la hostelería es tener 20 restaurantes como Aponiente y 20 chefs como Ángel León. Aunque nos gusten más los huevos con papas (justamente loados por Pepe Monforte) que el humo de un hueso de aceituna.