CUANDO llega el Año Nuevo, se ponen de actualidad algunas costumbres. Por ejemplo, el primer recién nacido. Se diría que las señoras embarazadas, que se encuentran a puntito, se comen las uvas a lo loco, o ni siquiera se las comen, sino que están a ver si hay suerte, y el niño o la niña les nace con la tercera campanada, y sale en todas las televisiones, y se hace famoso de entrada, como si fuera influencer o youtuber. Se empieza así, y terminas como Kim Kardashian y su familia. Pero en Cádiz la tradición no pasa sólo por ser artista (aquí los hay a manojitos), sino por triunfar en el Carnaval. Por eso, cuanto antes empiece la fiesta, mucho mejor.

LA incertidumbre de la política nacional se refleja en Cádiz. Puede condicionar, negativamente, para 2018. En los momentos actuales, tras las elecciones del 21-D en Cataluña, los principales partidos españoles afrontan una crisis de identidad, cada uno con sus circunstancias. Pero, en conjunto, se traduce en unas dudas sobre el futuro que les llevan a no arriesgar, a no dar pasos en falso antes de tiempo. Falta casi un año y medio para las elecciones municipales de 2019. En contra de lo que se esperaba, es probable que PP, PSOE y Ciudadanos sigan sin dar a conocer sus alcaldables, al menos a corto plazo. Esta situación podría beneficiar a Podemos, que tiene al alcalde González, pero su gestión cae por su propio peso. Sin olvidar que se deben replantear muchas cosas entre las familias podemitas.

LA muerte inesperada de José Antonio Valdivia Bosch se ha llevado por delante a uno de los grandes precursores del Carnaval de hoy en día. Para bien y para mal. No tanto por sus éxitos como autor, que en general fueron discretos (aunque algunos interesantes), sino porque inventó algo que se ha puesto de moda: el dirigente carnavalesco. Igual que ha sucedido después con Miguel Villanueva, se convirtieron en líderes del colectivo del Carnaval y obligaron a las corporaciones municipales a negociar y verlos de otro modo. Eso le granjeó a Valdivia grandes apoyos y grandes odios carnavalescos, que son una forma gaditana de la hipocresía.

EN las elecciones municipales de 2015, el PSOE gaditano cosechó sus peores resultados. Sólo obtuvo cinco concejales. Sorprendió, porque después de 20 años en la oposición a Teófila desaprovecharon el desgaste de la alcaldesa, que perdió la mayoría absoluta. Un desconocido en la política, llamado Kichi por sus amigos, que había sido elegido candidato de Por Cádiz sí se Puede (Podemos) apenas unos meses antes, superó ampliamente al PSOE y se convirtió en el más votado de la izquierda. Tampoco IU (con su marca de Ganar Cádiz) aprovechó la collá, sino que se quedaron como los satélites segundones de Kichi. También sorprendió el varapalo del PSOE porque habían presentado una lista más técnica, cuya mayor referencia política era el portavoz Fran González.

EN este siglo XXI los periódicos serios ya no publican inocentadas el 28 de diciembre. Pertenecían a la mejor tradición del humor español, que eran Wenceslao Fernández Flórez, Miguel Mihura, Jardiel Poncela y tantos otros, hasta llegar a La Codorniz. Después vino el soserío y el poco ingenio. Los malanges siempre han menospreciado lo humorístico, porque ellos no tienen gracia. Sin embargo, ahora ya no hacen falta inocentadas el 28 de diciembre, sino que las leemos todos los días. Este año, la gran inocentada ha sido el exilio de Puigdemont en Bruselas. Y, en Cádiz, la inauguración de la estación de autobuses, que estuvo más de un año terminada y cerrada. Pero en Cádiz leímos muchas más, de las que sólo destaco algunas: