ENTRE las actividades suprimidas en Sevilla, a consecuencia del coronavirus, están las procesiones pobres. Me refiero a las de Gloria y Sacramentales, que son las secciones consideradas como los parientes pobres del Consejo de Hermandades y Cofradías. El sentido de esa humildad ya se lo aplicó Joaquín Romero Murube a los sagrarios pobres, cuando los elogió en Dios en la ciudad. Admiraba los sagrarios de los conventos de clausura, con sus flores de trapo, sus macetas y su modestia, allá por la II República, que es cuando lo publicó por vez primera. Las procesiones de gloria no sé si están mejor o peor que antes de la Guerra Civil. Hasta 2019 salían, que ya es algo. Y les ayudaban con las subvenciones del Consejo, gracias a las sillas.
A la gente corriente le ha llamado mucho la atención la fiesta en la que participó el príncipe Joaquín de Bélgica en Córdoba, a la que también asistieron cinco jóvenes de Sevilla, que formaron parte del grupo de los 27. Todo lo sucedido ha sido admirable, y demuestra cómo gestionan estos asuntos del coronavirus. La confianza en los milagros es ilimitada. El día después del fiestón, Joaquín el belga dio positivo en la prueba del Covid 19, que le realizaron al sentirse enfermo. Han puesto en cuarentena a los asistentes, momento en el que descubrieron que cinco habían llegado desde Sevilla, una provincia limítrofe, y no se sabe cómo, quizá porque la fiesta era una actividad esencial o trabajaban fuera.
ENTRE los negocios que han salido tocados (y casi hundidos) en la crisis del coronavirus, está el transporte público urbano. Según los datos facilitados por el Ayuntamiento, Tussam ha perdido más de 14 millones de euros durante el periodo del confinamiento. Si bebes, no conduzcas; y si estás encerrado, no viajes. Los sevillanos no podían estar en misa (con las iglesias cerradas) y repicando. Así que Tussam se quedó sin Semana Santa y sin Feria, como tantos negocios de Sevilla; y se ha quedado en los huesos, como tantos negocios de Sevilla; y se le viene una buena ruina encima, como a tantos negocios de Sevilla. Porque lo peor está por llegar. ¿O era al revés?
PUES sí, yo era de los pocos que no había escrito un artículo titulado La Sevilla que viene. He esperado al día de San Fernando, santo patrono de la ciudad, que en otros tiempos tenía una fiesta local con todos sus avíos, e incluso lo sacaron en procesión, cuando esas actividades estaban bien vistas. En Sevilla se suponía que un santo sin procesión era como una mocita sin amor, algo que ya no dice nadie. Todo se está quedando incomprensible para las generaciones futuras. Es posible que a los niños nacidos en 2020 les digan la generación mascarilla, igual que les dicen los millennials a los del siglo XXI. También es posible que algunas personas con edades comprendidas entre los 20 y los 40 años no se pongan mascarillas, ni siendo obligatorias, por considerar que no va con ellos, pero sí va. En la Sevilla que va y viene puede pasar de todo.
ENTRE las medidas sadomasoquistas y asintomáticas adoptadas por el mando único, está la imposibilidad de circular entre provincias de la misma fase. Ahora, cuando la desescalada avanza, y seis provincias de Andalucía perseveran en la fase 2, no se puede circular entre ellas. Ni siquiera entre limítrofes. Con el descenso de contagios y la situación epidemiológica actual, esa medida es demencial. Por otra parte, como se ha explicado cientos de veces, la movilidad en Andalucía es esencial para la hostelería, sobre todo en la costa de Huelva y Cádiz, que depende en gran medida de los sevillanos. Para colmo, en Sevilla se soportan altas temperaturas, sin poder ir a las playas vecinas. La Junta, por medio del vicepresidente, Juan Marín, ha vuelto a pedir esa movilidad. Y a dejar claro que la cogobernanza de la que habla Pedro Sánchez es falsa, pues no les hacen caso. Entre ese absurdo, ha florecido una teoría de la conspiración: no permiten viajar a otras provincias andaluzas por miedo al Rocío.