l Al llegar el final de una Semana Santa tan distinta y tan difícil nos acordamos de la Soledad l La Virgen no saldrá a las calles, que se quedarán tan vacías como la Cruz

NO hay Semana Santa en las calles de Sevilla. Aunque hemos celebrado estaciones virtuales, aunque hemos recordado las procesiones de otros años, aunque hemos buscado el consuelo de los recuerdos. La Pasión se queda en el interior de los templos, donde Cristo morirá para resucitar. Termina la Semana Santa y empezará el tiempo florido de la Pascua, como la llama que se enciende en los cirios. ¿Y en las calles? Sólo nos ha quedado la soledad.

La cruz estaba vacía. Colgaba un sudario como testimonio de una ausencia. Horas después, el viento lo seguía meciendo, con ráfagas de rabia. Después del último grito y del terremoto, la tarde había dejado un eco atroz y tormentas en el alma de cuantos lo contemplaron. Horas después, el cadáver fue descendido y amortajado. Lo trasladaron a un sepulcro para enterrarlo en silencio, para que durmiera el sueño de los justos. Había prometido que resucitaría, pero ¿quién podía pensar en eso, después de tantos sufrimientos?

l En un recorrido simbólico nos acercamos a siete templos de Sevilla con sus monumentos eucarísticos l Este año las mantillas y las túnicas se quedarán en el armario de la memoria

HA llegado el Jueves Santo, que es el día del Amor Fraterno, y hoy representa la cumbre de la pérdida. No se podía llegar más alto para vernos tan abajo con la nostalgia de lo que no viviremos, pero también con los recuerdos de lo que vivimos. Mantillas y peinas que se quedarán guardadas en los armarios del tiempo. Túnicas de nazareno que ninguna mano planchó, en las que aún se percibe algún resto de cera como si se hubiera secado la lágrima de un cirio. Madrugada tan larga, tan demasiado larga, que se acortará entre un eco lejano de Esperanzas.

Hoy no salimos para asistir a los Santos Oficios, a la Mesa de la Cena del Señor, ni habrá procesiones claustrales para trasladar al Santísimo a los Sagrarios. Pero vamos a visitar los monumentos que permanecen alzados en la memoria, como reflejos de otros años en los que Sevilla conmemoraba la plenitud del Jueves Santo con la grandeza de una Roma andaluza. Por calles y plazas que hoy estarán vacías, con el sol de la tarde avanzando por el camino más corto, entre murmullos que nos devuelven al tiempo que se nos ha escapado como un chorro de agua entre las manos.

l La historia está vinculada a Al Mutamid y San Fernando, a las fundiciones, los toreros y la Artillería l Hoy el Cristo de la Salud y la Virgen del Refugio mantienen el espíritu del barrio

POR razones que se me escapan, el arrabal de San Bernardo no ha tenido tan buena literatura como otros barrios de Sevilla. Quizá porque sus vecinos, durante siglos pasados, eran gente modesta, y porque la fama legendaria no se centró en la historia del barrio, sino en las fábricas de fundición, en la Artillería, y sobre todo en los toreros, vinculados también a la hermandad, desde Curro Cúchares, Costillares y El Tato a Pepe Luis y Manolo Vázquez.

San Bernardo fue muy importante desde el tiempo de los moros, cuando era el arrabal de Ben Ahofar. La Buhaira tomó su nombre de una laguna que existió por allí, y en sus proximidades construyó Al Mutamid un palacio con jardines. San Bernardo fue importante también para los cristianos desde que llegó el Santo Rey y acampó en las cercanías para iniciar la reconquista de la ciudad. Está reflejado en los nombres de algunas calles, como Campamento, o las que evocan los milagros de Tentudía y Valme, o las devociones de Portacoeli.

l El Señor de la Ventana de San Esteban nos sigue reconfortando en este Martes Santo l Un grupo de sanitarios del Hospital de la Cinco Llagas participó en el origen de la cofradía

LOS confinamientos del coronavirus nos han dejado sin Martes Santo: ni al derecho, ni al revés, ni con un orden, ni con otro. Como en una paradoja del destino, la primera en la carrera oficial iba a ser hoy la Hermandad de San Esteban, cuyo titular es el Cristo de la Salud y Buen Viaje. Su historia recupera una plena actualidad, como si se desplazara por el túnel del tiempo, más viva que nunca, para llegar hasta nosotros.

El Señor de la Ventana ya existía en el siglo XVI. En sus orígenes, el Cristo era un busto de barro, y recibía culto en lo que había sido el morabito de una mezquita, que se incorporó a la iglesia de San Esteban, cuando fue construida. La capilla donde se veneraba el Señor tenía una ventana (de ahí su nombre popular), desde la que se asomaban y encomendaban a Él los viajeros que iban a partir por la Puerta de Carmona. Le pedían “Salud y buen viaje”, antes de salir extramuros de las murallas y recorrer los caminos, que en esos tiempos eran muy peligrosos y plagados de incertidumbres.

l En la capilla del Rosario duerme su sueño de eternidad el niño que talló a la Virgen de Guadalupe l En este Lunes Santo, de tristezas y dolores, Ella no sale y se queda junto a él

DESDE que salió por vez primera, en 1969, la Virgen de Guadalupe ha reinado todos los Lunes Santos en su paso de palio. Primero en San Bartolomé, cuando recorría las sinuosas calles de la Judería para acercarse a la Catedral. Después desde la capilla del Rosario, en la calle Dos de Mayo, en la que entró el Lunes Santo de 1977. Empezaba otra etapa, en la que salía a las calles del Arenal para sentir de cerca la brisa del río, para dejarse llevar por la corriente que la acompaña y que culmina de noche, al regresar por el Arco del Postigo, y cuando le cantan las últimas saetas y es mecida antes de entrar en su capilla.

Será un Lunes Santo diferente en el Arenal. Y no sólo porque la Virgen de Guadalupe, como el Cristo de las Aguas y la Virgen del Mayor Dolor, no estarán en sus pasos. Será el primer Lunes Santo en que faltará el niño imaginero que sacó de un sueño a la Virgen-Niña. Todas las mañanas de Lunes Santo, a la llamada de Guadalupe, acudía Luis Álvarez Duarte. Para verla de cerca, una vez más, para admirar y rezar a esa Virgen que era tan especial y querida para él.