ESTAMOS en la Cuaresma más difícil de la historia reciente. Incluso más que la del año pasado. Porque en 2020 todo se desarrollaba con normalidad relativa. Incluso el Vía Crucis de las hermandades, con el Señor de la Salud, de Los Gitanos, que salió a las calles y fue trasladado a la Catedral el lunes 2 de marzo de 2020. Hasta ahí se mantuvieron los cultos sin problemas. Pero el primer viernes de marzo, día 6, ya se celebró el besapiés de Jesús Nazareno, del Silencio, en modo veneración. Y una semana después ya estaba todo suspendido y la gente confinada en sus casas. Sin embargo, en estos días ya cuaresmales de 2021, mantenemos un equilibrio entre la salud y la economía, según dicen las autoridades. Y hay que buscarlo también entre la salud y las devociones, que no se pueden perder.

ESTE será el 15 de agosto más raro que hemos vivido. Una mañana en la que no se abrirá la Puerta de los Palos de la Catedral para que la Virgen de los Reyes salga a las ocho, como era costumbre. Y, sin embargo, la Catedral no permanecerá cerrada. Los fieles podrán asistir, en su interior, a los cultos en su honor. Podrán peregrinar por la noche desde los pueblos del Aljarafe para participar en las misas tempraneras. Podrán rezarle de cerca, a la hora de la aurora. La Virgen presidirá el Pontifical, y después la Catedral permanecerá abierta durante la mañana. Pero nadie la aguardará en la plaza, ni en las gradas. Todo dentro del templo.

AL llegar la Madrugada del Viernes Santo se escuchó el ruido de un helicóptero en el cielo de Sevilla. A esa hora se debían abrir las puertas en la basílica de la Macarena. A esa hora, se abrían las puertas virtuales en Youtube para el fervorín del Silencio. El hermano mayor, Eduardo del Rey, y el director espiritual, el padre Adrián Ríos, hablaron a la audiencia y después se leyó la Pasión según San Juan. En el atrio no había nadie; o sí, porque estarían espiritualmente todos los nazarenos que han sido y son.

l Al llegar el final de una Semana Santa tan distinta y tan difícil nos acordamos de la Soledad l La Virgen no saldrá a las calles, que se quedarán tan vacías como la Cruz

NO hay Semana Santa en las calles de Sevilla. Aunque hemos celebrado estaciones virtuales, aunque hemos recordado las procesiones de otros años, aunque hemos buscado el consuelo de los recuerdos. La Pasión se queda en el interior de los templos, donde Cristo morirá para resucitar. Termina la Semana Santa y empezará el tiempo florido de la Pascua, como la llama que se enciende en los cirios. ¿Y en las calles? Sólo nos ha quedado la soledad.

La cruz estaba vacía. Colgaba un sudario como testimonio de una ausencia. Horas después, el viento lo seguía meciendo, con ráfagas de rabia. Después del último grito y del terremoto, la tarde había dejado un eco atroz y tormentas en el alma de cuantos lo contemplaron. Horas después, el cadáver fue descendido y amortajado. Lo trasladaron a un sepulcro para enterrarlo en silencio, para que durmiera el sueño de los justos. Había prometido que resucitaría, pero ¿quién podía pensar en eso, después de tantos sufrimientos?

l En un recorrido simbólico nos acercamos a siete templos de Sevilla con sus monumentos eucarísticos l Este año las mantillas y las túnicas se quedarán en el armario de la memoria

HA llegado el Jueves Santo, que es el día del Amor Fraterno, y hoy representa la cumbre de la pérdida. No se podía llegar más alto para vernos tan abajo con la nostalgia de lo que no viviremos, pero también con los recuerdos de lo que vivimos. Mantillas y peinas que se quedarán guardadas en los armarios del tiempo. Túnicas de nazareno que ninguna mano planchó, en las que aún se percibe algún resto de cera como si se hubiera secado la lágrima de un cirio. Madrugada tan larga, tan demasiado larga, que se acortará entre un eco lejano de Esperanzas.

Hoy no salimos para asistir a los Santos Oficios, a la Mesa de la Cena del Señor, ni habrá procesiones claustrales para trasladar al Santísimo a los Sagrarios. Pero vamos a visitar los monumentos que permanecen alzados en la memoria, como reflejos de otros años en los que Sevilla conmemoraba la plenitud del Jueves Santo con la grandeza de una Roma andaluza. Por calles y plazas que hoy estarán vacías, con el sol de la tarde avanzando por el camino más corto, entre murmullos que nos devuelven al tiempo que se nos ha escapado como un chorro de agua entre las manos.