l Volvió la normalidad y en la procesión del Corpus apenas se vieron mascarillas l Leve disminución de las representaciones, con la Macarena como la más numerosa

LA procesión del Corpus de 2022 volvió a las calles de Sevilla con todo su esplendor. Sirvió para proclamar que la pandemia del Covid 19 ha terminado. O eso creemos, con permiso de las nuevas variantes y de las vacunas. A diferencia de la Semana Santa, en el Corpus no vimos apenas mascarillas. Entre los integrantes de la procesión yo conté cinco, de ellas tres en la representación de la O, una en el Gran Poder y otra en la Sacramental del Sagrario. Puede que hubiera alguna más, pero sobraban dedos en las manos para contarlas. Entre las personas que vieron la procesión había algunas mascarillas, muy pocas, en su mayoría usadas por monjas, que son más prudentes. Este aspecto de normalidad ayudó a configurar un Corpus postpandémico, en el que debutaron el arzobispo, José Ángel Saiz, y el alcalde, Antonio Muñoz. Ya habían debutado en Semana Santa y en otras celebraciones.

LO apunto al principio: ha sido una gran Semana Santa. Ha sido el reencuentro con las cofradías en las calles de Sevilla, después de dos años en que lo impidió la pandemia. No entro en detalles que ya han sido analizados por otros compañeros durante la Semana Santa. Costaleros y capataces, música, flores y otros aspectos, que en general han estado a buen nivel, con algunas excepciones. Pero sí quiero entrar en tres cuestiones que han sido polémicas:

l La Madrugada es lo más frágil de la Semana Santa, y ha padecido incidentes lamentables en el siglo XXI l Esos puntos negros no han conseguido mancillar su pureza ni su gloria

EN su Pregón de la Semana Santa de 2022, Julio Cuesta Domínguez remataba la faena con unos versos en los que dijo: “Y al ver las calles mecidas/ en palios, en canastillas/ de pasión, de amor, de anhelos/ contemplen cómo a Sevilla, /Dios le ha dado la gracia/ de convertirla en su cielo”. Esa percepción de Sevilla como cielo, o como paraíso terrenal, alcanza la plasmación perfecta en las largas horas que discurren desde la tarde del Jueves Santo hasta la Madrugada, con su epílogo de la mañana del Viernes Santo. Si hubiera que elegir lo más popular de la Semana Santa, sin duda la inmensa mayoría de los sevillanos, y de los que acuden a la ciudad, optarían por la Madrugada.

l Hay diferentes teorías para ver y sentir la Semana Santa, que cada cual renueva a su modo l Los itinerarios son propios y se fabrican entre la nostalgia del pasado y la novedad

HAY una Semana Santa personal e intransferible que tiene sus propios lugares recomendados. Podemos leer diversas visiones de la Semana Santa antigua, como las que nos describieron Antonio Núñez de Herrera, Joaquín Romero Murube, Joseph Peyré, Eugenio Noel, el padre Ramón Cué, Santiago Montoto, Rafael Montesinos, y más cercanamente Antonio Burgos o Carlos Colón. Podemos empaparnos de las historias de Félix González de León y José Bermejo, de los anales y diccionarios de Juan Carrero, de tantos y tantos libros que se han escrito y aportan visiones literarias o históricas de la Semana Santa. Pero, en la nostalgia de cada cual, en los recuerdos más entrañables, todos tenemos la nuestra. Quizás influidas por otras, pero sólo vividas por cada persona.

El Pregón de Julio Cuesta fue muy de Julio Cuesta, muy suyo, muy como es él. Pregón de contenido profundo, nada superficial. Pregón reflexivo, muy del momento. Pregón cristiano, y también comprometido, como se suele decir, entrando en terrenos difíciles, y sin aliviarse. Pregón muy sevillano, pero no desde el casticismo, sino de la Sevilla Universal y heroica, la que dio la vuelta al mundo y conquistó América, la de su barrio del Arenal y de Triana con la pequeña catedral del Baratillo, la del pueblo que sabe guardar las formas. Pregón muy de la familia, en la que estuvieron presentes Carmen, su esposa, y también sus padres, sus hijos, sus nietos, con los que recordó sus vivencias. Pregón bien dicho, según se esperaba de un buen orador como es él, que habló con sosiego, y no necesitó alardes histriónicos para buscar aplausos fáciles.