ES una vergüenza para Europa lo que ha pasado con el barco Aquarius, que se quedó en alta mar con 629 criaturas porque no lo querían recibir en Italia ni en Malta. Ahí apareció Pedro Sánchez, que ofreció el puerto de Valencia para que entren. Es reconfortante su gesto solidario. Aunque en Italia hablan de “victoria”, como si le hubieran marcado un gol a España. Y puede que sí. Por ser buenos, podemos acabar siendo los que paguen la película de las mafias de la inmigración, que trafican entre Libia e Italia, y pueden desviar las rutas a España para unirse así a las otras mafias que trabajan desde Marruecos. Migrantes como los que han desviado a Valencia llegan a las costas de Cádiz todos los días. Ya ni siquiera es noticia.

EL alcalde de Cádiz, José María González, siempre está dispuesto a poner alguna carta sobre la mesa. Así como Enrique Tierno Galván, siendo alcalde socialista en Madrid, obtuvo una merecida fama por sus bandos, nuestro José María González, desde que ha cogido confianza como alcalde podemita en Cádiz, se está revelando como un prolífico autor epistolar. Y lo mismo se las envía a Pablo Iglesias y sus compañeros de Podemos como a otros destinatarios. La última, que se sepa, al nuevo ministro de Fomento, José Luis Ábalos, al que ha solicitado que venga a Cádiz a conocer el Museo del Carnaval. Esa es otra de sus grandes vocaciones: guía del Museo del Carnaval. Lo explica de maravilla, lo cual tiene mérito, si recordamos que sigue sin inaugurarse.

ES muy interesante la polémica que se ha montado entre Teresa Rodríguez y los suyos frente a Pablo Iglesias y sus leales (como Monedero y Echenique), por la repercusión que puede tener en Cádiz. En ese partido, movimiento (palabra que suena fatal), o lo que sea, hay varias sensibilidades políticas. También es digno de estudio que funciona por parejas. Primero eran Pablo Iglesias y Tania Sánchez; y ahora son Pablo Iglesias e Irene Montero. Mientras que en Andalucía y en Cádiz siguen siendo Teresa Rodríguez y José María González Kichi. Todos los rifirrafes del chalé de Galapagar y el pisito de La Viña, así como las cartas y comentarios colaterales de Monedero y Echenique, tienen un trasfondo más profundo. Entre los dirigentes de Madrid y los de Andalucía/Cádiz han pasado del amor al odio cainita.

EL hombre (y la mujer, por supuesto) es un ser en permanente evolución, que comete tonterías a lo largo de su vida, de las que se puede aprender para no repetirlas. A eso se llama aprendizaje vital. Pero este no es un artículo de autoayuda, ni yo soy Elsa Punset (que escribió Una mochila para el universo), sino que me refiero a que pasa lo mismo con los alcaldes y alcaldesas. En el caso de Cádiz, el actual inquilino del despacho de San Juan de Dios llegó a la Alcaldía siendo Kichi, en cuyo curriculum lo más populista era que había salido en comparsas con Tino Tovar y Jesús Bienvenido, y que pertenecía al sector Izquierda Anticapitalista de Podemos.

LAS declaraciones que Teófila Martínez realizó en una rueda de prensa, criticando a José María Aznar, han sorprendido, aunque tiene razón. Sorprenden porque es como matar al padre político. Fue José María Aznar quien la aupó como candidata a la Alcaldía en 1995, cuando en su partido hicieron una decidida (y arriesgada) apuesta por las llamadas chicas del PP, a pesar de que no estaba tan de moda el feminismo en las cuotas partidistas. Les salió bien, y así empezó Teófila Martínez sus 20 años como alcaldesa de Cádiz. También fue José María Aznar quien le dio luz verde para los proyectos del soterramiento y el nuevo puente de la Bahía, entre otras actuaciones. Fueron unos años de especial predisposición hacia Cádiz. Siendo malévolos, pero también justos, se puede afirmar que Teófila permaneció 20 años en la Alcaldía gracias (en parte) al apoyo político que le concedió Aznar.