EN el reparto entre Gibraltar y La Línea de la Concepción, a la colonia británica le ha tocado la parte rica y al municipio fronterizo español la parte pobre. La Línea tiene unos 63.000 habitantes y Gibraltar en torno a 35.000. En el ranking de los municipios con más paro de España (entre los mayores de 40.000 habitantes), La Línea aparece la segunda, con una tasa del 29,50%, que sólo supera Ceuta con el 34,47%.  Por el contrario, según las estimaciones, en Gibraltar se puede considerar que hay pleno empleo, con una tasa de paro que estaría en torno al 0,50%, y sería la segunda más baja del mundo, tras la de Catar. Ese contraste tan abrumador no se debe a la casualidad. Depende, en gran medida, de los beneficios fiscales que han conseguido en Gibraltar y también de las peculiaridades linenses.

CON el Brexit y su repercusión en Gibraltar está pasando como con la frase del cuento, conocido como ¡Que viene el Lobo!, aunque procede de El pastor mentiroso, una fábula atribuida a Esopo. Se está advirtiendo que viene el Brexit, y nadie se lo toma en serio. Vuelven los rumores de que buscan otro aplazamiento. Organizan reuniones y visitas, como la del presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, a Bruselas. Pero se ve venir que cuando el majarón Boris Johnson liquide el asunto, va a pillar en blanco al Campo de Gibraltar y al Gobierno de la Roca, con Fabián Picardo a la espera de un milagro. Y con el problema añadido de que intentarán evitar la nueva frontera.

LA sentencia del proceso independentista de Cataluña condicionará la campaña electoral y el futuro Gobierno. Una vez más, el debate sobre los problemas del país y de la gente (como se suele decir) quedará aparcado, a pesar de la falta de parkings. No se hablará de otra cosa en los próximos días. Como aperitivo, lo filtraron el día de la Fiesta Nacional. Serán castigados por sedición, pero no por rebelión. Ha sido como si te cuentan el final de la película en la víspera del estreno. Mala idea para la venta en taquilla. Al juez Marchena se le quedó la carita de circunstancias en el Palacio Real. En este país (o más país) no saben guardar un secreto.

SIEMPRE que un concejal dimite por discrepancias con su grupo político, le reclaman que devuelva el cargo que consiguió. Se ha vuelto a ver en el caso del ya ex portavoz de Ciudadanos en Cádiz, Domingo Villero, que ha dimitido, pero continuará como concejal no adscrito. Unos se van definitivamente, incluso de la política, y otros se van del partido, pero se quedan en el Ayuntamiento, como Villero. Hay que decir, muy claramente, que está en su derecho. La legislación electoral española es rotunda en ese sentido. El acta del concejal es personal. Y sólo se puede transferir a otra persona de la lista si el titular renuncia a seguir en el Ayuntamiento, o si fallece.

EN otras ciudades andaluzas, incluso de la provincia, hay un debate social sobre la influencia del urbanismo y la vivienda en los barrios marginales. El concepto del barrio marginal es delicado, ya que no sólo se asocia con niveles bajos de renta y pobreza, sino también con el tráfico de droga, la delincuencia y la inseguridad. Todo se pone dentro del mismo saco. En Cádiz se vivió algo parecido, en la década de los 80 del siglo pasado, con el Cerro del Moro. Allí realizó una gran labor social el actual Defensor del Pueblo Andaluz, Jesús Maeztu, cuando era párroco y colaboró con los movimientos vecinales. Buscaron la ayuda de las administraciones. Empezaba un proyecto del que Cádiz puede estar orgulloso, a pesar de que también hubo sombras y se ha tardado más de 30 años.