SIEMPRE que una imagen de gran devoción es restaurada suele haber polémica. Por eso, la buena acogida de los trabajos realizados a la Esperanza de Triana es un éxito para su restaurador, Pedro Manzano, y para la Junta de Gobierno, que preside Sergio Sopeña. La acogida ha sido positiva, por el evidente buen resultado. Y se debe precisar que la restauración no ha sido revolucionaria, ni se ha recuperado ninguna policromía de los tiempos del catapum. Porque la policromía que luce hoy la Esperanza de Triana es la de antes de la restauración: la que le hizo Luis Álvarez Duarte en 1989, que ha sido limpiada y consolidada después del deterioro de 33 años.

EL presidente de la Junta, Juanma Moreno, pasó por Barcelona el lunes, en son de paz, para hablar de Andalucía en el Foro de La Vanguardia. Anunció que la Junta abrirá su tercera oficina o embajada en Barcelona, tras las de Madrid y Bruselas, pero no para que vengan ricos catalanes, sino para fomentar las relaciones. Como han advertido desde Cataluña, los ricos catalanes que se querían aprovechar ya se han trasladado a Madrid, donde la fiscalidad es más liviana que en Andalucía. En la capital cuentan con las ventajas de la centralidad, las mejores infraestructuras y más desarrollo. Eso nos lleva a una de las claves del problema andaluz, y de Sevilla en particular: el centralismo para invertir.

ESTAMOS en la temporada alta de bodas. En los fines de semana de septiembre y octubre, los templos han vuelto a acoger bodas como en los mejores tiempos de antes de la pandemia. Dicen los apocalípticos que cada año hay más ateos, pero aquí deben ser menos; aquí ser ateo es tristísimo. Y muchos jóvenes se quieren casar por la Iglesia católica, apostólica y romana, como Dios manda. Ojalá no sea sólo porque queda más bonito, sino porque hay un renacer espiritual. En Sevilla, gusta mucho lo glamuroso. En Sevilla gusta un desfile de Dior en la plaza de España. En Sevilla, cuanto más solemne, mejor. Y eso admira al forastero, acostumbrado a ver ministros sin corbata.

AL conmemorarse el primer aniversario de la visita del Señor del Gran Poder a los llamados Tres Barrios, algunos se están preguntando: ¿para qué sirvió aquella Santa Misión? El Señor de Sevilla salió de su basílica de la plaza de San Lorenzo, en el centro de la ciudad, para visitar las parroquias de la Blanca Paloma, la Candelaria y Santa Teresa. Aquellos días, por la zona de Los Pajaritos, la Candelaria, Amate y otros barrios de las inmediaciones, hubo un inusual ajetreo, un despliegue mediático (y policial), que situó el foco en unos lugares considerados conflictivos, y que no son zona de paso para la mayoría de los sevillanos. Escenas insólitas, costumbrismo desconocido. ¿Y qué ha quedado?

HE conocido como periodista a tres arzobispos nuevos en Sevilla (Amigo Vallejo, Asenjo Pelegrina y Saiz Meneses), y a los tres les colocaron etiquetas al poco tiempo de llegar. La etiqueta es como un sambenito, que se basa, generalmente, en la impresión causada a los cofrades. La etiqueta tiene tela marinera, cuesta mucho trabajo cambiarla, y se centra en cuestiones que no siempre son las propias del pastor de la archidiócesis. No entraré en detalles, por no enredar. El actual arzobispo, José Ángel Saiz Meneses, llegó de Tarrasa (Barcelona) con algunas lecciones aprendidas, y con un peón de confianza, que es de mucha ayuda en los quites. Ha caído bien a la feligresía, que es lo más importante, según parece. Pero don José Ángel tiene más hondura. En su intervención del martes, en el foro de la Fundación de la Cámara de Comercio, se le notó, y también se vieron algunos riesgos del etiquetaje.