ES significativo que el símbolo de la desescalada en Sevilla sea el Señor del Gran Poder, que ha bajado de su camarín, y que ya nos aguarda en su basílica de la plaza de San Lorenzo con las puertas abiertas. Todavía los devotos no pueden subir a su camarín que es el confesionario del Señor, ni mucho menos besar (o si acaso rozar) el talón que marca la zancada. Algunos dirán: en realidad, al Señor no lo han bajado del todo, no está como lo vemos (y no lo vimos) al empezar la Semana Santa, cuando se queda junto a sus fieles para el besamanos. Pero el Señor ya ha desescalado una parte del camino y está más cerca. Está donde se le espera: entre el cielo y el suelo.

HOY va a entrar Sevilla en la fase 1,5 del plan de desescalada. Oficialmente, es la fase 1, ya lo sé, pero como los científicos misteriosos no saben lo que hacen, le han añadido ventajas de la fase 2. Por ejemplo, viajar a las segundas residencias en la provincia. Eso estaba previsto a partir del 25 de mayo, con la fase 2. Así lo recordaron en la mañana del sábado. Sin embargo, dos horas después, en su arenga semanal, Pedro Sánchez dijo lo contrario: podéis ir a las segundas residencias, siempre que estén en la misma provincia. Y se le olvidó: o en las limítrofes del País Vasco. Porque allá arriba, no sé si para agradecer los votos del PNV de Urkullu, les permiten todo lo que piden, a pesar de que Álava fue uno de los focos principales e iniciales del coronavirus y tienen una tasa de mortalidad más alta que la de Málaga o Granada.

UNA de las características del Mando Único es que no aciertan ni cuando rectifican. Aunque hay excepciones: hasta ellos se han dado cuenta de la parida que había pedido Isabel Díaz Ayuso, con la fase 1 para Madrid, epicentro del coronavirus. Por su parte, la Junta de Andalucía solicitó al ministro de Sanidad, Salvador Illa, que rectifique los horarios de las salidas. En realidad, eso lo pide todo el mundo, ya que son demenciales, y no quedó claro si se le habían ocurrido a Fernando Simón o al marqués de Sade. Otro problema. Los mejores horarios, como los mejores árbitros, son los que no se notan. Es decir, los mejores horarios son los que no existen, sino que cada uno sale cuando se le apetece.

ALGUNOS pensarán: este le ha plagiado el título a Alfonso Grosso, autor de una novela, Florido mayo, exitosa, pero que en 2020 no sé si se la publicarían. Esto lo anoto como recuerdo al escritor (fallecido hace 25 años), al que conocí, pero no en Sevilla, sino en Madrid, donde triunfó en los años setenta. Y también porque estamos en los días de la Feria del Libro, que se debía inaugurar ayer en Sevilla, según lo previsto antes del coronavirus. La generación actual ha ninguneado a Grosso (igual que otros lo olvidaron en sus últimos años de vida), quizá porque hemos retornado a tiempos más simples. En la Transición, Alfonso Grosso se encumbró en el podio de los grandes escritores de España, cuando parecía que había un certamen para ver quién escribía más barroco, aunque otros lo entendieron como más ilegible. Así surgió el Saúl ante Samuel, de Juan Benet, algo inenarrable. A su modo, el Florido mayo, de Alfonso Grosso, inició una etapa.

EN la crisis del coronavirus han aparecido (o se han popularizado) algunos conceptos. Por ejemplo, las alabanzas a Internet. El teletrabajo ha impedido un colapso mayor de nuestra economía. También han elogiado las clases a distancia, como si fuera lo mismo que ir al colegio o a la universidad, como si hubieran funcionado a las mil maravillas. Sin negar lo anterior, se deben reconocer los fallos flagrantes del sistema. En Sevilla ha quedado claro, quizá más que en otras ciudades, porque aquí tenemos unos barrios muy pobres. A ellos llegará el Gran Poder, si Dios quiere, en otoño, pero no olviden sus necesidades. A Los Pajaritos y al Polígono Sur les afecta también eso que ahora se denomina “la brecha digital” y que podría ser traducido como la desigualdad en las nuevas tecnologías.