LA Navidad en Sevilla siempre fue tranquila y en orden. La gente salía a las calles a ver belenes, que antaño se llamaban nacimientos. Desde que bajó la natalidad perdieron el nombre. Verdaderas multitudes acudían a ver los mappings de la plaza de San Francisco, sobre todo en los tiempos de Zoido. Pero las cosas van cambiando. Estamos perdiendo las buenas costumbres. Antes las fiestas navideñas tenían sus rituales y eran como una tregua pacífica que todo el mundo respetaba. El mensaje de Navidad del Rey y a la misa del gallo. Ahora es al revés, a la misa del gallo y al mensaje del Rey. A los discursos de los presidentes autonómicos no le prestaban atención ni sus familiares. En Andalucía, puede que algún enchufado, para pelotear. Y en esas apareció Meritxell Batet, y la Mesa del Congreso empezó a reservar fechas para la investidura de Pedro Sánchez, por si acaso.

HAY una Sevilla que se ha reconvertido en un parque temático de la Navidad. Abre un pasillo de ángeles en la plaza de San Francisco, detrás de los cuales se aprecia la Giralda iluminada, como si se clavara en la oscuridad, y los arcos de luces de la Avenida, que marcan el camino de una carrera oficial. La fachada del Ayuntamiento está sembrada de lucecitas, que parecen evocar el espíritu de los sevillanos. Por allí se llega a la calle Tetuán, a la que llaman la milla de oro del comercio y el consumo, que espera vivir sus semanas fantásticas en estas fiestas, cuando el centro de la ciudad está abierto para las compras. En las administraciones de lotería ya han empezado a pagar los premios del Gordo y a cambiar los décimos para el Niño.

EN la Ronda del Tamarguillo la alegría fue desbordante. En la administración de loterías del centro comercial de Alcampo tocó un pellizquito del Gordo. En realidad, sólo han vendido una serie, con siete décimos en ventanilla y otros tres por la aplicación Tulotero. En total, cuatro millones de euros, que pueden parecer una minucia, si se comparan con el total del Gordo, pero que permiten una alegría a los afortunados. Permiten que esa administración, cuyo titular es José María Nogales, pase a la historia. No es como Doña Manolita, pero ya es como el Don Joselito de Alcampo. Y permite decir que el Gordo ha tocado este año en Sevilla. Aunque sea un pellizquito. Yo me alegro mucho, porque algunas veces compro lotería en esa administración.

A la gente le ha dado en Sevilla por hablar de Cataluña, cuando en Barcelona no se habla para nada de Andalucía. Es lo que antes se denominaba un coñazo, por decirlo claro. Parece como si todo el mundo en general tuviera el doctorado en derecho para opinar con renglones torcidos. Se dice que la Justicia Europea le ha marcado un gol a España, cuando fue el Tribunal Supremo español quien le dio el pase de la muerte, por consultarlo, fastidiando al Tribunal Constitucional, que se ha quedado en fuera de juego. Cuando Pedro Pacheco dijo aquello de que “la Justicia es un cachondeo” fue mucho antes de ver a Puigdemont ejerciendo como fugado y como europarlamentario en Bruselas, con esa sonrisita de conejo. Y esas cosas catalanas tan preocupantes distraen de otras más cercanas.

LA Semana Santa de Sevilla no es como la calle del Infierno de la Feria. Si establecemos esa comparación odiosa, empezamos mal, porque partimos de un concepto equivocado. Incluso desde un punto de vista folklórico, existen sensibles diferencias. A partir de ahí, la decisión de la Hermandad de Jesús Despojado de discurrir en silencio por la calle San Pablo se puede entender como un gesto de apoyo a los niños que padecen autismo. Nada menos, pero nada más. Que una hermandad con música acuerde silenciar a sus bandas, durante un tramo breve del recorrido, no causa mal a nadie, ni perturba su esencia. Por eso, me parece asumible como un detalle solidario. Pero se abre una puerta para otros peligros. El principal es cargarse del todo la espontaneidad y la identidad de la Semana Santa, por culpa de lo políticamente correcto.