EL nombramiento de Alfredo Sánchez Monteseirín como nuevo delegado estatal en la Zona Franca ya se ha publicado en el BOE y es oficial. De ese modo vuelve a ocupar un cargo con responsabilidad institucional el que fuera alcalde de Sevilla entre 1999 y 2011. Tiene algo más que un valor simbólico. Ese cargo de la Zona Franca no se reserva al cementerio de elefantes políticos, como las autoridades portuarias. Por el contrario, en otras zonas francas han nombrado a personas que están en edad de merecer cargos mayores,  y que todavía no han desarrollado su carrera política. Así que Monteseirín ha vuelto. No se sabe si para quedarse ahí o para qué, pero ha vuelto.

LA Real Orquesta Sinfónica de Sevilla se ha instalado en la polémica desde sus inicios. Cuando no es por discrepancias entre instituciones es por la gestión o por las penurias económicas. El origen del mal es sencillo de intuir: es una orquesta politizada. La cultura y la política son incompatibles, a pesar de la zeja de Zapatero y los sentidos actos de los premios Goya que han pedido para Sevilla. La cultura y la política son bastante incompatibles, porque una de las misiones de los artistas (y la gente culta, en general) debería ser denunciar los abusos del poder, pero no sólo cuando gobierna el PP, sino siempre. La esencia del artista es la libertad y la independencia, incluso en contra de sus propios intereses.

SER político es una profesión de alto riesgo. Es como saltimbanqui, trapecista o funambulista. Pero lo más grave es que ser político ya no se centra en las ideas, sino que se trata de estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. Es como la diferencia entre Koke o Rakitic en la ruleta rusa de los penaltis. Por ejemplo, un pedrista como Celis estaba en el sitio inadecuado, pero le ha sonreído la fortuna. Mientras que María Jesús Montero ahora juega a dos barajas. Pero eso no es nada, comparado con lo que tienen montado en el PP. Los partidarios de Soraya y los de Cospedal supongo que estarán rezando y poniendo velas a San Judas Tadeo y a Santa Rita desde que Rajoy volvió a Santa Pola (Alicante). Y por fin les llega lo peor: susto o muerte.

EL Mundial en Sevilla ha sido triste y cortito, como en el resto de España. El Mundial tiene algo de carnavalesco, con la gente que se disfraza con sus camisetas rojas y se pintarrajea, como si fueran una chirigota de Lolo Álvarez Seda o Antonio Pedro El Canijo de Carmona. Los primeros partidos del Mundial coincidieron con las celebraciones del Orgullo Gay, que también tienen bastante de carnavalesco, y quizá por eso lo celebran en la Alameda de Hércules, como las viejas murgas que se perdieron. Ahora lo que se ha perdido es el Mundial de 2018. No se podrá decir que Espadas fue alcalde con un Mundial debajo del brazo. Por el contrario, el único alcalde con el que se ganó un Mundial es Monteseirín, un talismán, que tenía una potra tremenda y unas setas vistosas.

A grandes males, grandes remedios. Ante la proliferación inaudita de despedidas de solteras y de solteros venidos de toda España, no hay que rasgarse las vestiduras, ni poner el grito en el cielo. Se trataría de que Juan Espadas y el delegado de Turismo y otras materias, Antonio Muñoz, apuesten por las despedidas de solteras y de solteros deluxe, como un reclamo para inaugurar tres docenas más de hoteles de cinco estrellas. Así recaudarán más impuestos turísticos, ahora que la Junta de Andalucía se ha mostrado comprensiva. Aunque sólo para Sevilla, no para el resto de la comunidad. Con las despedidas pasa lo mismo que con el turismo en general: las hay deluxe y de chanclas. Las hay del mayor glamour y elegancia, y las hay de una ordinariez que chirría.