ES triste lo que estamos viendo. Un Cádiz que lo tenía todo a su favor para el ascenso y que lleva cuatro partidos seguidos sin ganar, en el momento en que es necesario el arreón final. Conseguir tres puntos de 12 posibles no se ajusta a los números de un campeón. Tampoco el juego está a la altura de las circunstancias. Ni siquiera el coraje que se debería ver en determinados momentos de partidos como el de Elche. Las lesiones y los arbitrajes no han contribuido, en general, pero los errores propios pesan demasiado. Hay que exigir más esfuerzo para lo que falta.

PARTIDO de los que causan dolor, y de los que condicionan el futuro. Por la forma y por el fondo. Era muy importante para el ascenso. Estuvo condicionado por el árbitro Moreno Aragón, que expulsó en el minuto 22 a José Mari por una entrada que era de tarjeta amarilla. A partir de ahí, el Tenerife fue dueño de un choque que hasta entonces estaba igualado. Tuvo suerte en los momentos oportunos de marcar los goles. Pero el Cádiz no supo competir con uno menos. El entrenador, Álvaro Cervera, cometió errores, antes y después de la expulsión. Aparte de que va por el camino de otras temporadas, de más a menos.

EL Cádiz no merecía perder en Huesca. El penalti en el penúltimo minuto hizo justicia. En los dos goles, el VAR adquirió el protagonismo acostumbrado. Este tramo final de la Liga del coronavirus depende, en gran medida, de las circunstancias. Con más ambición, el Cádiz hubiera ganado, ante un Huesca decepcionante que necesitaba vencer y no fue superior. El gol se lo encontró en una jugada mal defendida, además de confusa y discutible. El portero del Cádiz, Cifuentes, no hizo ninguna parada difícil en el partido. El empate, a pesar de llegar de penalti y al final, debería saber a poco.

GANAR este partido hubiera significado dar un paso importantísimo hacia el ascenso. El Cádiz desperdició una gran oportunidad. Sin quitar méritos al Alcorcón, que no ha perdido fuera de su estadio, el partido estuvo condicionado por las debilidades del Cádiz. Errores en la alineación inicial, errores en el juego, el peso de las lesiones, y también el árbitro Muñiz Ruiz, que toleró las constantes rupturas de jugadas y faltas del Alcorcón, además de un presunto penalti que el VAR no concedió. Quedó la sensación de que los errores influyeron demasiado.

UN calendario de locos genera partidos alocados. Si alguien sólo hubiera visto el primer cuarto de este partido, pensaría que el 1-2 es un resultado normal. El Cádiz había salido muy bien y fue superior hasta el minuto 20. Pero después se le complicó. Empezó a retroceder y llegaron los apuros. En la segunda parte, el juego se fue abriendo, y cuando peor se había puesto, con la expulsión de Perea, llegaron el gol de la victoria y dos oportunidades para el Numancia en las que se mascaba el empate. Con eso se entiende que pudo pasar de todo, en ese jugar a la ruleta, a ver dónde cae la bola. Sonrió la suerte de los campeones.