EN este Gran Día de las Playas, “donde descansan algunos de los mejores recuerdos de nuestra infancia y nuestra vida en general” (el alcalde de Cádiz dixit en su bando), voy a  hacer una breve exaltación (sin ripios chungos) de la playa de Cortadura, una de las más “preciadas joyas naturales” de nuestra provincia. Pertenece al término municipal de la capital y consiguió la bandera azul de los mares limpios. Sin embargo, a diferencia de La Caleta, Santa María del Mar y La Victoria, no se puede considerar una playa urbana. Está en el istmo, rodeada de mar, con nun entorno reconocido como un parque natural, o algo así, donde “viven seres vivos”.

SERA recordado como el Año de la Gran Batalla. Aquel 2017, cuando las típicas barbacoas nocturnas del Trofeo fueron prohibidas y más que prohibidas. Como alternativa, se organiza una Batalla de Coplas de Carnaval, en la que estarán todos los premiados, menos el coro de Luis Rivero y la chirigota del Selu. Para rellenar el programa de actividades, nuestro Ayuntamiento ha incluido los conciertos de Minha Lua en el Castillo de Santa Catalina y La Canalla en el Baluarte de la Candelaria. Además, del Mercado Andalusí en el barrio del Pópulo, que se organiza todos los años en agosto, y no lo han inventado ellos, ni es novedoso.

MEJOR que protestar en plan demagógico es denunciar los problemas verdaderos. La Diputación Provincial que preside Irene García ha vuelto a cometer el error de siempre: el populismo barato del peaje de la autopista. Ya dijo el Gobierno del PP (desde que Ana Pastor era ministra de Fomento), que no se ampliaría la concesión cuando expire en 2019. Rescatarlo antes es más caro; e incluso se retrasaría, con los procedimientos y los posibles recursos. Sin embargo, lo que debe exigir la Diputación al Gobierno central es que Cádiz no siga padeciendo dos autovías nacionales interruptas (la A-4 entre Madrid y Cádiz y la A-7 entre Cádiz y la frontera francesa). Es un caso único y bochornoso. Porque, además, se miente.

DOS años después del cambio, el carril bici de Cádiz sigue igual que dos años antes. Viene a cuento recordarlo, no sólo por las protestas de las asociaciones de ciclistas gaditanos que organizan bicifestaciones cada mes, sino porque era una de las medidas estelares. El Ayuntamiento y la Junta alcanzaron un acuerdo, desde que era alcaldesa Teófila Martínez, y consejera Elena Cortés, de IU, que entonces gobernaba en una coalición con el PSOE de  Susana Díaz, detalle que se ha olvidado. El equipo municipal del PP aprovechó para inaugurar una web del carril bici (tan amena como la del nuevo puente), así como difundir amplia información en las pantallas LED.

LA ciudad de Cádiz en agosto (se podría precisar aún más: en la primera quincena de agosto) es un gran ejemplo de lo que debería ser durante todo el año. Si los otros 11 meses fueran como agosto, esta ciudad tendría más población, más empleo, más niños y jóvenes en el conjunto de habitantes, más renta familiar, más consumo, mejor nivel de vida, y probablemente otro alcalde. En agosto, con naturalidad y sin dramatismo, vuelven durante unos días esos gaditanos que emigraron, y que ahora están de vacaciones. Gaditanos que pertenecen a la población activa del resto de España o de Europa. En su honor, no se han visto pancartas en el Ayuntamiento, con leyendas de “Bienvenidos emigrantes”, o algo así.