LA ciudad de Cádiz celebra hoy la fiesta de la Virgen del Rosario, que es su Patrona, como lo es de otros municipios de la provincia, entre diversos lugares de Andalucía, España y la Humanidad. No es por casualidad, sino por la gran devoción que a lo largo de los siglos ha existido por el Santo Rosario, y por la propagación de la devoción en la que los dominicos siempre tuvieron un gran papel. Y lo siguen teniendo, porque en Cádiz el prior, fray Pascual Saturio vale por una comunidad de frailes completa, y no sólo mantiene y propaga la devoción a la Virgen del Rosario, sino que ha tapado muchos agujeros negros. Con discreción y señorío, por cierto. Es un día de fiesta y celebración, pero desde 2015, cuando Kichi fue elegido alcalde, tenemos una polémica con la función del Voto que ya debería terminar.
LAS majorettes que se están preparando para salir en la cabalgata de los Reyes Magos de Cádiz de 2020 no son como las de Montpellier. Aquellas jóvenes francesas provocaron admiración, envidia o indignación en el Cádiz tardofranquista. Las majorettes de Montpellier ya vinieron en el mayo del 68, precisamente, cuando en Cádiz había Fiestas Típicas. Eran como un anticipo liberaloide, cuando ya se hablaba de apertura. Era una concesión del régimen arcaico, que pasaba del cinturón de castidad, cerrado con las siete llaves del cruzado, a permitir la minifalda escueta que desafiaba a las ráfagas del viento de levante. Era el pecado, pero venial y perdonable. Los pecados más mortales todavía estaban por llegar.
UNO de los problemas para el empleo industrial en Cádiz y su Bahía es que nos venden las motos con una facilidad pasmosa. Piensan, además, que los gaditanos y las gaditanas no se acuerdan de nada. Así prometen proyectos que ya estaban prometidos. A veces los ralentizan, y en ocasiones ni siquiera son inaugurados. Por lo demás, presentan como “grandes inversiones” y “motor para el empleo” algunas actuaciones que apenas crean unas decenas de puestos de trabajo. Y todo ello, por supuesto, con beneficios de dinero público, ayudas, subvenciones, o lo que sea. Así tenemos la mayor subida del paro en España en el mes de septiembre.
EL nuevo presidente de la Mancomunidad de la Bahía de Cádiz, David de la Encina, se ha jugado el puesto nada más llegar. El ex alcalde socialista de El Puerto de Santa María, con buen criterio, ha puesto sobre la mesa que se cierre “de aquí a un año” el debate sobre este organismo. Entiendo que lo dice para reforzar a la Mancomunidad y que siga, pero en la práctica también se abre la opción de disolverla. A los gaditanos, la Mancomunidad les suena por el cementerio de Chiclana. Me refiero a los de Cádiz capital, que se quedaron sin cementerio local, a diferencia de otros municipios cercanos. Ahora la cuestión es si entierran a la Mancomunidad.
EN la sede de Ciudadanos de Cádiz yo no sé si habrá un gato negro. Pero algo de gafe y de mal fario sí que tienen. O, a lo peor, les perjudican las formas y las estructuras, de modo que van tropezando con las mismas piedras y cabreando a los suyos. Es curioso porque Domingo Villero, al presentar su dimisión y anunciar que pide la baja en el partido naranja, ha dicho lo mismo que Juan Manuel Pérez Dorao y María Fernández-Trujillo cuando dimitieron casi en vísperas de las elecciones municipales. El relato es parecido, y se basa en problemas con la cúpula del partido en la ciudad y la provincia. Y, de rebote, más arriba, ya que todos están sustentados por los mismos. Ciudadanos aportó una opción tentadora para muchas personas liberales y civilizadas, pero después se ha visto que Albert Rivera es un líder como los demás. Y con una camarilla peligrosa.