NO es sólo la amnistía, sino que además les van a dar todo lo que han pedido para la compraventa de los votos. Se compran y se venden porque no se conceden por motivos ideológicos, sino por intereses y prebendas. Ahora vamos a ver mejor los agravios comparativos ante los mismos problemas. Con una salvedad: mientras en Cataluña se quejan por todo, en Andalucía (y en Sevilla en particular) la gente se traga todo, con una resignación campechana que ya es lastimosa. En los trenes de Cercanías y Media Distancia tenemos un ejemplo para establecer comparaciones. Los Rodalies (como se denominan los trenes de cercanías catalanes) funcionan mal, pero los trenes andaluces van de mal en peor.

APOYARSE en los extremos siempre ha sido nefasto para las dos Españas. Este país sólo ha funcionado con moderación cuando el bipartidismo del centro derecha y el PSOE era fuerte. Cuando vemos peleas con los policías en las manifestaciones, de uno u otro extremo, malo. Estamos en un escenario bochornoso de la política, donde Pedro Sánchez quiere ofrece a los radicales independentistas una amnistía sin arrepentimiento, y donde las protestas de Vox abren huecos hacia el otro extremo ultra que se retro alimenta. Por eso, fue un buen ejemplo lo sucedido en el Ayuntamiento de Sevilla con las ordenanzas fiscales, que el equipo de gobierno del PP, con el alcalde José Luis Sanz, sacó adelante con apoyo del PSOE municipal, comandado por el ex alcalde Antonio Muñoz.

GRACIAS al pacto de Pedro Sánchez con los independentistas, se han vuelto los ojos del público hacia atrás, hacia la memoria histórica de la democracia. Para ver cómo el PSOE está desvirtuando su pasado. Podemos recordar que el PSOE llegó a la Moncloa, en 1982, con Felipe González y Alfonso Guerra, catapultados desde Andalucía, tras el referéndum del 28-F, que hundió a UCD. Y no se hubieran mantenido en el poder durante 13 años seguidos sin Cataluña, pero especialmente sin su granero de votos en Andalucía, donde se erigieron como adalides del andalucismo. Así lo atestigua que gobernaron en la Junta durante cuatro décadas.

PARECE que Sevilla es diferente en la política española. Al menos eso cabe deducir de lo ocurrido con las ordenanzas fiscales del Ayuntamiento. Se supone que hoy serán aprobadas en el pleno extraordinario, tras el acuerdo entre el PP y el PSOE. El alcalde, José Luis Sanz, quería un acuerdo amplio y lo cerró tras una reunión del delegado de Hacienda, Juan Bueno, con la concejala socialista Sonia Gaya. No ha sido gratis et amore, sino porque el PP aceptó 15 de las 20 enmiendas que el PSOE había presentado a las ordenanzas fiscales, lo que supone el 70%, y porque entre ellas están algunas de las principales peticiones.

FUE muy duro ver a Juan Espadas en el Comité Federal del PSOE aplaudiendo el discurso de Pedro Sánchez a favor de la amnistía a Puigdemont y sus compinches. Es verdad que fue de los últimos en aplaudir, y que no se le notó entusiasmo. Pero fue muy duro por lo que supone: la sumisión del PSOE de Andalucía, cuyo líder ya no defiende los intereses de su tierra. Es la liquidación del espíritu del 28-F en las filas del PSOE, que levantó aquella bandera blanca y verde cuando hacía falta. Y que consiguió entrar con ella en la Moncloa, de la mano de dos sevillanos: Felipe González y Alfonso Guerra, aprovechando el trabajo de Rafael Escuredo, otro sevillano, que entonces presidía la Junta de Andalucía.