EN tal día como ayer, hace 40 años, organizaron un referéndum entre todos los españoles para aprobar la Constitución. Se había gestado en las Cortes tras muchas peripecias y discusiones. Fue más difícil de lo que ahora se supone. A esa Constitución le han practicado varios retoques en los últimos 40 años. Casi todos por cuestiones técnicas de adaptación. Sin embargo, cuando se habla de reformarla, se cae en el error de intentar modificarla en su esencia. Se olvida que es el fruto del consenso entre las dos Españas, entre la derecha y la izquierda. Por lo cual, para cambiarla, hay que ponerse antes de acuerdo. Siempre que se enfrente a media España contra la otra media, el final ya se sabe cuál es. Había ocurrido así en los dos siglos anteriores.

HA sido vergonzoso que Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias, dirigentes de un partido parlamentario, nada más conocer los resultados de las elecciones andaluzas, dijeran que había que “tomar las calles y plazas”. En Sevilla hubo manifestación hasta las setas, reconvertidas en lugar emblemático de la extrema izquierda. Una manifestación sin permiso “contra los fascistas de Vox”. No pasarán. No ocurrieron incidentes, pero en la protesta de Cádiz (la tierra de Teresa y Kichi) los más radicales quemaron contenedores, hicieron pintadas en la sede del PP, destrozaron comercios, insultaron y agredieron a periodistas y se liaron a pedradas contra la Policía de un país democrático. Esto ya se ha visto en la kale borroka de los pro etarras, en los incidentes de la CUP indepe en Cataluña, o en otros casos. Unos echan la gasolina ideológica y otros prenden la cerilla de la violencia. ¿Así entiende Podemos la democracia?

DECÍAMOS ayer que los resultados de las elecciones andaluzas no son extrapolables a las municipales de Sevilla. Faltan seis meses, que es el tiempo que ha tardado Pedro Sánchez en espantar a la gente. ¿Qué puede ocurrir hasta entonces? No se sabe. Pero es evidente que la posición del alcalde de Sevilla, Juan Espadas, queda más debilitada tras las votaciones del 2 de diciembre. En los últimos meses se daba por descontado que sería el más votado en las municipales y que repetiría como alcalde, aunque no tuviera clara la mayoría absoluta. Se afirmaba que incluso recolectaría votos de una derecha moderadamente satisfecha con su gestión. Sin embargo, ahora todo lo que era sólido puede ser volátil.

LAS reacciones que han tenido algunos dirigentes del PSOE y de Adelante Andalucía, pidiendo un pacto “contra la extrema derecha”, demuestran que no se han enterado de nada. Los resultados de Sevilla capital, aunque con matices, son un fiel reflejo de lo que ha sucedido en Andalucía. Estas elecciones han sido decididas por las clases medias, que ya se han hartado de las políticas de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. No querían un pacto de Susana Díaz con Podemos y Unidos, por más que se disfracen de Adelante Andalucía. Es la ley del péndulo. La extrema derecha ha aparecido porque la extrema izquierda mangonea a Pedro Sánchez.

GRACIAS al CIS precocinado y a las torpezas de Pedro Sánchez, el PSOE ha fracasado en estas elecciones andaluzas. En la noche de ayer, a Susana Díaz se le quedó la carita de Javier Arenas en 2012. Amarga victoria. El bloque del centro derecha y la derechona cuenta con mayoría para gobernar y propiciar un cambio cuando han pasado 37 años desde el 28-F. O, por decirlo al revés: el bloque del centro izquierda y la izquierda unida al populismo se hunde y es insuficiente para formar una nueva mayoría. Lo que ocurrió ayer en Andalucía no es normal. Se explica por la alta abstención y por la torpeza del PSOE, que ha alimentado la irrupción de Vox. Lo han convertido en el partido de moda, el partido heavy de los cabreados,  el partido de los que están hartos de Pedro y Pablo. Y así, con las leyes de Hondt, resulta que ha perjudicado al PP, sí, pero el PSOE pierde el doble.