DIGAN lo que digan nuestros políticos y nuestros meteorólogos, el verano se acaba cuando comienza el curso escolar. Al volver los niños al colegio, cambia el mundo cotidiano para millones de personas. Se notará en las playas andaluzas, donde a partir del comienzo del colegio ya no se ven niños por las mañanas. Y en ciudades como Sevilla también, porque los abuelos y abuelas ya no llevan a sus nietos y nietas por las mañanas a los parques, a los columpios y los toboganes, que es una forma de conciliar de la que poco se habla. Cuando septiembre avanza, las calores ya no son tema de portada en los diarios ni en los telediarios, y parece como que el calentamiento se enfría un poco, hasta que llegue el veranillo del membrillo y las corridas de la feria de San Miguel, que marcan el gori gori estival definitivo.

SE detecta una merecida expectación por la entrada en servicio del tranvibús. Hay un problema de entrada: no es un tranvía como el que va desde Nervión a la plaza Nueva; ni es un autobús como los de Tussam que van a los barrios de Sevilla. El tranvibús tiene un objetivo, que es conectar con más rapidez el centro histórico (vulgo la Sevilla eterna, que es donde sucede casi todo lo masivo, excepto la Feria y los partidos de fútbol) con Sevilla Este y Torreblanca, que para los tiempos de circulación están más alejados que algunos pueblos.

ERA una de las tardes ardientes del más férreo agosto, cuando el sol apretaba como si quisiera derretir a la Giralda. Era una tarde en que la Catedral sentía el bullir de los fieles de la Virgen de los Reyes, que acudían acalorados a cumplir su rito de amor con la Patrona. Y eran las horas últimas de una joven, que ya apenas se agarraba a la última tabla de salvación que alejaba la vida, pero que conservaba dentro de su corazón los recuerdos felices. Era también el momento más amargo para un padre, que sentía como los sueños de futuro se desvanecían entre unas sombras de pesadilla. Era el dolor de una familia, asumiendo ya lo inevitable.

PARECE mentira, pero este año empieza la Liga de los Arruinados el 15 de agosto. Con muchos aficionados de vacaciones, con las playas abarrotadas, con los hoteles y restaurantes haciendo su agosto... Y con los pirómanos en acción. En los tiempos del innombrable se decía que en España había pan y fútbol, siguiendo el modelo romano de pan y circo. Ahora pan debe haber, pues vienen demasiados inmigrantes, según dicen los de Vox. Y tenemos circo todo el año, y fútbol hasta en el puente de la Virgen de agosto. Con las plantillas sin completar, con unos futbolistas que ya no los conoce ni la madre que los parió, porque cambian frecuentemente de club, para que los intermediarios y directivos también hagan su agosto. En este país, todo el que puede, lo hace, y lo paga, según dijo Pedro.

DESDE el siglo pasado, he repetido en diversas ocasiones que la mejor solución para los viajes por carretera entre Sevilla y Cádiz es tener una autopista de peaje y una autovía completa. Se podría haber conseguido desde principios del siglo XXI. Ahora estamos peor que nunca, y hay más atascos que nunca. No existe ni una autopista de peaje, ni una autovía completa. Por culpa del populismo de los políticos. Tanto el PSOE como el PP, para ganar votos, defendieron que la supresión del peaje era la solución. Y ya se ha visto que es un gran error. En verano, está colapsada a diario, con más camiones y más turismos. Y, al ser gratis, se ha convertido en la carretera favorita para los magrebíes del Paso del Estrecho.