VAYA veranito que llevamos. Después de lo que ocurrió en las elecciones de Andalucía, en los telediarios sólo hablan de la ola de calor. Se ha convertido la ola de calor en una sucesora perfecta de aquella pertinaz sequía de los tiempos de Franco. Póngase la voz de Matías Prats abuelo, para imaginar en modo Nodo: “La terrible ola de calor y la pertinaz sequía que asolan estos días a España ha llegado hasta la pérfida Albión, con temperaturas de 42 grados en Londres”. La ola de calor facilita que se hable menos de las dimisiones de Adriana Lastra y Dolores Delgado por motivos de salud. Entre la regla dolorosa y demás, las feministas más heavys van a recuperar los tiempos del sexo débil, expresión de un machismo feroz, que la RAE cambió en el Diccionario en 2017, a los 41 años de morir Franco. Lo recuerdo para la memoria.

LAS cofradías de Sevilla superaron una transición. Eran los años en que se pasó de aquel “hasta el año que viene, si Dios quiere”, tras terminar la estación penitencial de Semana Santa, a vivir la vida de hermandad durante todo el año. Algunos cofrades crearon escuela en aquel tiempo y sus enseñanzas han continuado después. El martes falleció Juan Hidalgo García, que fue maestro de priostes para varias generaciones en la Soledad de San Lorenzo. Pero fue mucho más. Porque Juan entendió la priostía desde la fe. No para un vacuo lucimiento de altares efímeros, sino para realzar la belleza y contribuir a la devoción. Por eso, no sólo enseñó las formas, sino que forjó auténticos cofrades, con amor a su Virgen.

OTROS compañeros del periodismo sevillano ya han escrito sobre este asunto, por lo que sólo falta elaborar un manifiesto de protesta. Me uno a los que han criticado que el Ayuntamiento de Sevilla, por decisión del alcalde, Antonio Muñoz, dedique un premio de novela a Almudena Grandes, pagado con el dinero de todos los sevillanos. Conste que yo he leído casi todas las novelas de Almudena, desde Las edades de Lulú, que la catapultó a la fama. Pero su relación con Sevilla era escasa. “Venía todos los años a la Feria del Libro”, dicen algunos, y se quedan tan panchos. Como si con eso bastara. Por el contrario, ya se han propuesto otros nombres con más fundamento para ese premio. Yo votaría por Alfonso Grosso, sin ninguna duda.

DESPUÉS del 19-J llegó el 27-J. En Sevilla, el mes de junio tenía dos fechas electorales importantes. Pues no sólo se elegía el presidente de la Junta de Andalucía, sino también el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías. Se ha notado que vuelve lo clásico. O sea, las mayorías suficientes. Francisco Vélez de Luna ha ganado las elecciones del Consejo con 101 votos. José Félix Romero obtuvo 22 votos y hubo dos en blanco. Participaron 124 hermandades de las 125 que forman el censo, por lo que nadie puede lamentar que sus votantes se quedaron en casa, como dijo Juan Espadas. Para ganar como Dios manda, lo mejor es lo que ha conseguido Paco, que ha alcanzado el 81% de los votos y ha obtenido el apoyo de ocho de cada diez hermandades sevillanas. Es un respaldo abrumador. Con humildad y paciencia. El Consejo está para servir a las hermandades. Yo se lo he oído a todos los presidentes, desde José Sánchez Dubé.

SE le advirtió por activa y por pasiva. Las personas que apreciamos a Juan Espadas sabíamos que estaba cometiendo un disparate. No era su momento para ir a la guillotina política. No era su momento para renunciar a la Alcaldía de Sevilla, ciudad que no es como Villaconejo de los Montes, sino el cuarto municipio de España en población y la capital de Andalucía. Los sevillanos y las sevillanas son muy suyos, aunque no todos iguales. No se ha entendido su decisión. Pero más ha sorprendido la campaña del ex alcalde, como si fuera el delegado del Gobierno de Frankenstein en Andalucía. Hay cosas que uno nunca debe decir, si no se las cree. Emiliano García-Page, por citar a uno de sus compañeros, limita el número de trágalas a las mínimas e imprescindibles. Y si bajan al sur el presidente, los ministros y ministras, y hasta Adriana Lastra con sus malas pulgas, y dicen lo que dijeron, la catástrofe es inevitable.