LA gente con mala memoria histórica ya no se acuerda, pero cuando aprobaron la fiesta de la Constitución, en la década de los 80 del siglo pasado, intentaron cargarse la fiesta de la Inmaculada. Y dijeron que era una barbaridad tener dos días festivos tan seguidos, precisamente en diciembre, el mes de la Navidad y la Nochevieja, con lo cual se añadía un puente que era descomunal. Ese puente de la Constitución y la Inmaculada iba a ser una ruina para España, según dijeron las lumbreras de la economía progresista de entonces. Pues no se podría trabajar en las fábricas y se frenaría la producción muchos días. Un sector del progresismo (los devotos de Karl Marx) vivía anclado en la revolución industrial y no intuyó el efecto beneficioso de la medida: potenciaría el turismo nacional. De la necesidad se hizo virtud.

HOY celebramos las vísperas de la Inmaculada. Estamos en pleno puente de la Inmaculada. Conviene recordarlo, porque ahora, en el afán laicista de los políticos desubicados, lo denominan puente de la Constitución, y mayormente lo dicen quienes menos la respetan. Sin embargo, la Inmaculada es muy anterior a la Constitución, como dogma de fe y como fiesta, como celebración querida por los sevillanos, que defendieron el día festivo cuando lo intentaron eliminar. Gobernaba Felipe González, precisamente. Originó una polémica nacional. En el siglo XXI, la Navidad se anticipa, y se confunde con el Adviento. Pero en Sevilla hay mecanismos para evitar la confusión de los tiempos.

AL llegar el 6 de diciembre, vemos una España tan dividida en dos (o incluso en tres, o en cuatro), que nos sorprende recordar algo que nos une. La Constitución nos unió. Y al llegar su día de conmemoración, los partidos la invocan, hasta los que la incumplen. O los que cumplen sólo lo que les gusta. Se sabe que España es “devota de Frascuelo y de María”, según escribió Antonio Machado. Un sector del pueblo llegó hasta Antonio Machado a través de las coplas de Joan Manuel Serrat, y no saben si lo ha leído o lo han escuchado, como les pasó a Sánchez y a Feijóo cuando se enfrascaron en un debate machadiano para la investidura. España es tierra de María. Y a la Constitución se le profesa devoción, como si fuera el Evangelio de la democracia.

HA sido una suerte que por Doñana no pasen trenes de Rodalies. Por allí ha pasado de todo, pero un tren de cercanías todavía no ha llegado a los humedales. Han sufrido los regadíos ilegales y otros abusos, pero todavía el parque nacional conserva algunas peculiaridades de alto valor ambiental. El acuerdo alcanzado entre el Gobierno de Pedro Sánchez, con su vicepresidenta Teresa Ribera, y la Junta de Andalucía de Juanma Moreno ha sido saludado como ejemplo de consenso en la España del siglo XXI. Pero ¿qué diríamos si el acuerdo de Doñana lo hubieran firmado una vicepresidenta de Pedro Sánchez y Pere Aragonés, el presidente de la Generalitat?

SE nos apaga noviembre, el mes más triste del año. Por culpa de los yanquis, parece que noviembre transcurre entre las fiestas de Halloween y las compras del Black Friday. Sin embargo, noviembre empieza con los difuntos y termina con la esperanza del Adviento. Noviembre es un Valdés Leal que se anticipa a Murillo en el calendario. Es un mes poético, muy literario. En Sevilla arrancó con la Feria del Libro en la Plaza Nueva. Y acaba con la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión en la Plaza Nueva. Los libros ya no son para las primaveras, sino para regalarlos en Navidad, al precio que están algunos. Las ferias libreras atraen chubascos, son como unas rogativas de las Letras. La gente, cuando se encuentra libros en la Plaza Nueva, mira al cielo por costumbre.