EN el Casino Gaditano, José Ramón del Río no sólo presentó su libro de artículos Desde el Fénix, sino que recibió un homenaje. Había conseguido reunir “al todo Cádiz y a gran parte de Vistahermosa”, como le dije antes de empezar. A sus amigos, como los calificó él. Y era un homenaje no sólo por el libro, sino por todo lo bueno que le ha dado a Cádiz, como el gaditano “cabal riguroso y ético” que es. Mon del Río se fue a vivir en 1962  a un piso de El Fénix, donde después tuvo su bufete de abogado. Fue la atalaya privilegiada de un vigía que observó ese Cádiz que se perdía. Como lo había visto antes, de niño, cuando vivía en un piso de San José, esquina a calle Ancha, justo encima del bar Liba.

EL comercio de Cádiz está en crisis desde el tiempo de los fenicios. Después hubo altibajos, pero cuando se habla de la prosperidad comercial se remite al siglo XVIII, cuando el traslado de la Casa de la Contratación desde Sevilla. Como ahí se estableció un monopolio comercial, se llegó a la conclusión de que el éxito depende de las ayudas del poder, que siempre tiene la culpa. Para bien o para mal. En esas seguimos empeñados. Sin embargo, los principales responsables del éxito o el fracaso comercial son los comerciantes. Sin olvidar que esto es Cádiz, y aquí no es como en Milán. En estos días, cuando se acerca el Black Friday y la campaña de Navidad, se vuelve a hablar del comercio.

ESTE artículo se lo dedico a José Ramón del Río, gran cliente del Vaporcito y el Catamarán, que esta tarde presenta su libro de artículos  Desde el Fénix en el Casino Gaditano.

Hace algo más de un año, en octubre de 2017, el alcalde de Cádiz, José María González, envió una carta al consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez. Se puede considerar esa misiva como una epístola al consejero. El alcalde afirmaba que la Bahía “ha perdido una de sus imágenes más icónicas, reconocibles y reconocidas, y más ligadas a su historia”. Puede que la apreciación sea un poco exagerada, como casi todo lo suyo, pues a pesar de ser icónico, el Vaporcito no participó en el Descubrimiento de América con Colón. Es relativamente histórico.

EL primer día de la campaña electoral es como la mañana los Reyes Magos: siempre nos trae alguna sorpresa. Nos levantamos con esa ilusión de qué nos vamos a encontrar, pues nunca se sabe por dónde puede aparecer algún candidato con sus pegatinas. En estos días parecen it girls, cuelgan sus fotos para alardear. En Cádiz, este día tan bonito amaneció algo grisáceo, y con las farolas de la avenida del soterramiento (o de Juan Carlos I) llenas de banderolas, que no anunciaban una exposición o un concierto, sino a Susana Díaz la del PSOE y a Juanma Moreno el del PP. Siempre se dice que los carteles y las banderolas no sirven para nada. Pero siempre los ponen. Son incorregibles.

LOS debates que mantienen en Podemos y en Ganar Cádiz (o sea, en Izquierda Unida) para participar juntos en las elecciones municipales son pintorescos. Ni José María González ni Martín Vila están interesados, personalmente, en formar una candidatura única. Cada uno por su lado viven mejor, con más libertad: unidos para los que les conviene, y separados si llega el caso de las medallas. Forman una pareja política abierta. Y ahora se les exige un matrimonio de conveniencia. En Ganemos ni siquiera van a organizar primarias, sino una asamblea. En el fondo, están como locos por tirar cada uno por su lado, pero este es un matrimonio político pactado entre la pareja del alcalde, Teresa Rodríguez, y el jefe de Vila, Antonio Maíllo. Puede que no lo entiendan, pero es así.