ALGUNOS están celebrando que la Giralda era roja, según dicen, lo que le aportaría un matiz novedoso como genuino símbolo. Sin embargo, la Giralda no era roja, según lo que explicó ayer el arquitecto de las obras, Eduardo Martínez Moya, sino almagre, que no es lo mismo, sino parecido. Se sabía por la pintura de Murillo y Esquivel, entre otros. El almagre es un color especial, como el albero. Cuando se gestó Diario de Sevilla, hace 20 años, acordamos que en la portada hubiera una franja de color albero y una pastilla de color almagre, que no es lo mismo que amarillo y rojo, sino unos tonos como los que se pueden ver. ¿Y será recuperado ese color en la Giralda? No, con medio millón de euros que se han gastado en restaurar la cara oeste no la iban a dejar de almagre y oro. Al menos, queda la alegría de que a partir de hoy la Giralda y su entorno serán peatonales.

YA se han ido los 2.700 hinchas del Bayern Múnich, aunque puede que algunos se hayan quedado disfrazados de turistas alemanes. Cuando se habla y se escribe del turismo en Sevilla, nos referimos a la cantidad y a la calidad, a la mochila y al lujo, a la turismofobia o a la turismofilia. Después está la segmentación por sectores: turismo de congresos, turismo cultural, turismo de chanclas… Pero se nos olvida el turismo de hooligans, que también existe. Gracias al salto de calidad que dio el Sevilla en tiempos de José María del Nido, posteriormente continuado por Pepe Castro, se ha conseguido que la ciudad reciba varias oleadas de miles de forofos  en las últimas temporadas.

ES sabido que en Semana Santa la gente ha pasado por algunas calles que sólo recorren esos días. Nunca más son pisadas durante el resto del año, excepto por sus vecinos. El turisteo también tiene su carrera oficial, en el entorno de la Catedral, que incluye hasta la plaza del Duque y poco más. A la ruta del mudéjar llegan pocos. Cuando los visitantes, en Semana Santa, van acompañados por amigos o familiares sevillanos se sorprenden de esos atajos urbanos, que permiten esquivar cofradías, sin pasar por la carrera oficial, que sea al derecho o al revés, marca los destinos de la ciudad histórica. La Catedral, el Ayuntamiento y El Corte Inglés no están ahí por casualidad.

EL lunes de Pascua, que es festivo en otros lugares, en Sevilla es el día de los balances de la Semana Santa. Cada cual cuenta lo suyo, igual que los capillitas ya están criticando en las tertulias. Viendo por aquí y por allí, nos enteramos de lo que ha pasado. Bien cocinados los datos, aunque ya no sea tiempo de garbanzos con espinacas ni de torrijas, se puede esbozar un estudio sociológico de la Semana Santa que terminó. Por ejemplo, se ha sabido que el día con más gente en las calles fue el Lunes Santo. Influyó que el Domingo de Ramos estuvo lluvioso por la mañana y desapacible por la noche. Pero también muestra la diferencia entre visitantes y turistas.

HA pasado otra Semana Santa, en la que se ha visto que los tiempos han cambiado una barbaridad. Antes, cuando se disputaba un partido de fútbol importante, aparecían imágenes y fotos de las ciudades vacías a esas horas. Sin embargo, este Sábado Santo las calles estaban llenas mientras se disputaba el Sevilla-Barcelona, uno de los partidazos de la temporada. Se volvió a ver la poca sensibilidad de la LFP de Tebas al programar un partido a la misma hora en que había cinco cofradías en las calles. Puestos a adelantarlo al sábado, por razones de calendario europeo, hubiera sido menos malo por la mañana. Curiosamente, en las calles hubo más afluencia que los Sábados Santos de otros años. Con lo que se vio que hay gente para todo.