HAY gente para todo, incluso para despotricar de las cofradías, o ir a la playa en Semana Santa. Esto lo he vivido siempre. En Sevilla, precisamente, muchos me decían: “Estoy deseando que lleguen las vacaciones de Semana Santa para ir a la playa”. Y los hoteles de la costa (como los de lujo del Novo Sancti Petri, que cerraron deprisa y corriendo en noviembre) abren a pesar de los temporales. Yo he visto las playas llenas en Semana Santa. Yo he visto una foto de portada del Diario, que hizo Julio González, donde aparecía el Despojado con la playa de Santa María del Mar detrás, en pleno apogeo un Domingo de Ramos. Pero a mí la playa, en Semana Santa, me parece de otra galaxia. Es una tentación que se resiste fácilmente, en cuanto se ve un capirote.

LA Punta de San Felipe es otro de los grandes desperdicios de Cádiz. Se trata de un lugar en teoría idílico, excepto que sople con fuerza el viento de levante. A veces queda mejor en las fotos que en la realidad. Pero, aun con sus peculiaridades, a la Punta le pasa como a casi todo lo marítimo y aprovechable de la ciudad (el castillo de San Sebastián, por ejemplo), y parece gafada. Casi todos los proyectos de la Punta han fracasado. Cuando trasladaron allí la Velada de los Ángeles fue el paso previo a la desaparición. Al botellódromo de la movida se lo cargaron con varias noticias de cruz de navajas al amanecer, como en la canción de Mecano. Así que ha parecido portentoso el anuncio realizado por José Luis Blanco: un hotel de cuatro estrellas, que será el más grande de Cádiz, en Puerto América.

HUBO una calle Columela en Cádiz que no se parecía a la de ahora: la de Crédito Rucas, el Bazar España, Vicente del Moral, el bar Madrid o la librería Cerón, por citar sólo algunos comercios. El tiempo se los ha llevado a todos por delante. Puede que las siguientes generaciones recuerden a esta calle por Zara, Mango, Springfield, Women’secret y esos establecimientos que existen en todas las ciudades. Detrás de ese cambio comercial está el devenir de muchas familias, las generaciones que abandonaron los comercios heredados de sus padres; o simplemente la ruina de los años, las deudas que agobiaron. Con frecuencia nos invade una nostalgia por lo que perdimos. Aunque quienes más se lamentan suelen ser los que jamás compraron nada en esas tiendas.

EN lo referente al agua, en la provincia de Cádiz pasamos de un extremo a otro. Hace apenas un mes, en febrero, se alertaba de la escasez de agua embalsada, ya que estaban a menos del 40% de su capacidad. Se hablaba de sequía, Un mes después, con los temporales Emma, Félix y Giselle por medio, resulta que los embalses están al 70%, y con algunos largando agua; mientras que el río Guadalete baja muy crecido y se han lamentado inundaciones parciales que han obligado a cortar carreteras. Puede parecer normal, porque ha llovido mucho, pero no lo es. Se ha confirmado que en el entorno de Jerez, sus pedanías y la Sierra existe un riesgo de inundaciones demasiado elevado.

HASTA no hace tanto, el 19 de marzo, festividad de San José, que ayer celebramos, no era sólo el día del Padre, sino también el día de la Pepa. Ahora al padre se le considera machista (aunque sea más feminista que Simone de Beauvoir) porque es el símbolo de la cultura patriarcal. Y a La Pepa liberal se la considera arcaica y facha, para los gustos de la nueva política indignada. Por lo que el 19 de marzo se ha quedado como el día de la Provincia. Se festeja en la Diputación. Así el acto lo organiza Irene García, y viene Manuel Jiménez Barrios como vicepresidente de la Junta, y los premios se entregan con corrección política, procurando que estén representadas todas las comarcas gaditanas, igual que están todas las provincias en las medallas del 28-F de Andalucía.