VAMOS a recuperar el debate intelectual sobre la gordofobia, que todavía sigue coleando. A juicio de algunos médicos con los que he hablado, las palabras del alcalde de Cádiz, José María González Santos, pueden inducir a errores. Personas que no tengan un recto criterio, o se dejen guiar en modo rebaño por el gurú del anticapitalismo gadita, podrían llegar a una conclusión ilusa y arriesgada. Podrían creer que la gordura es buena. Así como Adolfo Domínguez dijo que la arruga es bella, para justificar ciertas prendas que no necesitan un buen planchado, nuestro Kichi ha criticado la gordofobia, en una actitud que requiere más precisiones. Se podría parafrasear, siguiendo a Concepción Arenal, “odia la gordura y compadece al gordo”. Así no incurrimos en la gordofobia, pero tampoco se hace apología.

POR un lado nuestro alcalde Kichi, entre banderas diversas, organiza un Juanillo pandémico en el castillo de San Sebastián (a puerta cerrada, como es lógico en ese castillo), y con fuegos artificiales a control remoto. Algo más allá, en la desaforada playa de Santa María del Mar, mil jóvenes organizan un botellón con reminiscencias evocadoras de barbacoas ecologistas, para festejar la Noche de San Juan. De ese modo, se está abriendo una brecha generacional, que puede desembocar en la niñatofobia. O sea, en la fobia a los niñatos, a los que no les sale de la zona noble cumplir las normas, y no usan las mascarillas, y montan los botellones, y habían llorado cuando enfermaron sus abuelos. Quizá ya no tienen abuelos. O quizá es que pasan de todo, sean ninis o no.

EN este verano de 2020 no habrá Operación Paso del Estrecho. Eso es lo que dijo el ministro de Exteriores del Reino de Marruecos, Nasser Borita, en la Cámara de Representantes de su país. Es raro que ningún representante de Unidas Podemos saliera de inmediato para decir que este señor es un racista. Es lo que dijeron cuando el presidente de la Junta, Juanma Moreno, le pidió a Pedro Sánchez que tuvieran mucho cuidado con la Operación Paso del Estrecho, en la que tres millones y medio de marroquíes viajan de Europa a África, en su mayoría de Algeciras a Tánger. Pero lo que anunció el ministro marroquí hay que situarlo en su contexto. Para que no se forme un gran jaleo en Algeciras, ni se monte un escándalo internacional.

HA sido curioso el proceso participativo de los Juanillos de 2020. En pleno jaleo del estado de alarma, el 18 de mayo, el Ayuntamiento de Cádiz abrió la inscripción para el tradicional concurso de mamarrachos susceptibles de ser quemados. El plazo concluyó el 1 de junio, resultando que el número de juanillos inscritos fue: cero patatero. Como si estuvieran de cuarentena con el Covid 19. Y los animosos grupos y asociaciones que otros años se lanzaron a las quemas organizadas, en esta ocasión pasaron del asunto. Cádiz se iba a quedar sin esta gran noche. ¿Juanillos con mascarillas? No, gracias. Sin embargo, ahí apareció el Ayuntamiento de Cádiz para anunciar que habría Juanillos, si bien remodelando la fiesta.

A propósito de la polémica por las terrazas de los bares entre el Ayuntamiento y los hosteleros, se debe recordar que Cádiz es muy chiquito. Eso forma parte del problema. Cádiz es como una isla formada por dos (Erytheia y Kotinoussa, a las que ahora llaman Eritea y Cotinusa), que incluso tenían un canal. Sin abundar en la historia, que ya la hemos contado otras veces, Cádiz no es como Nueva York o Shanghái, ni siquiera como Madrid. Ni tampoco como Barcelona, ya que las playas de Cádiz son mejores, y es preferible la Caleta a la Barceloneta. En resumen, pues sí: Cádiz es chiquito y eso condiciona todo. También los aforos playeros en pleamar.