LOS fastos y fiestas del Corpus no comenzaron en los tiempos de Franco. Algunos creen (o eso dicen) que es un invento del nacionalcatolicismo de la posguerra. Sin embargo, en…
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SEGUIMOS con los Festivales de España. El jueves se representó el esperpento Fuego en la Moncloa. Locos de contentos estaban en la Moncloa, festejando los siete puntos de ventaja que le concedía la encuesta del CIS al PSOE de Pedro Sánchez (no reírse todavía), cuando alguien dio la voz de…
NO ha sido un choque de trenes entre España y Cataluña. A pesar de las imágenes. No nos deberíamos confundir, aunque ahora parece que la consulta ilegal la convocó Rajoy para que los guardias civiles y los policías nacionales repartieran palos a siniestra y diestra. Esos heridos (gracias a Dios no hubo que lamentar males mayores) estaban incluidos en la hoja de ruta de Puigdemont y la CUP. Pero el problema de ahora es que la locomotora de la independencia catalana no se ha frenado, sino que sigue a lo loco. Los políticos, como en su mayoría son cuadriculados de mente y torpes de acción, siguen diciendo las mismas tonterías que antes. La locomotora de los locos sigue, y no hay una vía a la independencia, sino dos.
AYER no se hablaba de otra cosa, y hoy tampoco. En Sevilla, es normal que se viva con intensidad lo que ocurre en Cataluña, por diversos motivos, entre ellos que el ministro del Interior afectado por la polémica de la actuación policial, Juan Ignacio Zoido, fue el anterior alcalde. Y, además, ayer estuvo en Sevilla, presidiendo el Día de la Policía, en la festividad patronal de los Santos Ángeles Custodios. Frente a la campaña de críticas, elogió a los policías enviados a Cataluña, de los que Zoido destacó “su heroicidad”. Entre los presentes, además de Antonio Sanz, como es normal, estaba el alcalde, Juan Espadas, y la consejera de Justicia e Interior, Rosa Aguilar. El PSOE andaluz no se hizo el sueco.
ANTES o después, votaremos. Pues sí, votaremos, pero no sólo los catalanes, sino todos los españoles. Y hay que tener memoria histórica para no olvidar este día maldito. Rajoy, después de la bochornosa jornada de ayer en Cataluña, dijo que va a convocar a todos los grupos parlamentarios. Se supone que establecerán un modelo de Estado y unos límites infranqueables. Pero es posible que después, en un plazo razonable de tiempo, tengamos unas eldcciones generales. De modo que se pueda escuchar la voz de los españoles. Las ideas del pueblo no se expresan en urnas de plástico, y sin censo, modelo república centroafricana de la selva.
CUANDO Juan Ignacio Zoido tomó posesión como ministro del Interior el 4 de noviembre de 2016 se dijo en Sevilla que le habían dado una patada hacia arriba. Más que nada para que no siguiera como portavoz de la oposición municipal, después de haber sido alcalde con 20 concejales. Y para apartarlo de las luchas en el PP provincial, entre el entonces presidente, Juan Bueno, y la entonces aspirante, Virginia Pérez. Ha pasado menos de un año. Los independentistas catalanes, con Puigdemont a la cabeza, acusaron ayer a Rajoy y a Zoido de ser los culpables de lo que sucedió en Cataluña. A esta idea se sumaron personajes que se apuntarían a un bombardeo (pacífico, por supuesto) para echar al PP de la Moncloa, como Pablo Iglesias y sus colegas de Podemos.
EL conflicto de Cataluña forma parte de otro más grave, que es la impotencia de Europa. Estamos volviendo al escenario de hace un siglo, a lo que había antes de la Guerra Civil española (en clave interna) y antes de la II Guerra Mundial (en clave europea). Vivimos en unos tiempos en los que casi todo se reduce a la economía y los intereses, como se ha visto en la cumbre europea de Tallin. Los políticos no entienden que este es un problema ideológico. Han perdido las ideas que inspiraron la Europa democrática. Sólo quedan los restos del naufragio. La sociedad se polariza por el odio de clases. Así engordaron, hace un siglo, a los fascismos (por la extrema derecha) y al comunismo (por la extrema izquierda).