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A los pocos días de la catástrofe, escribí que Carlos Mazón debía dimitir como presidente de la Generalitat valenciana. Es lo que pensaban (y siguen pensando) la mayoría de los ciudadanos. Ha sido un error mayúsculo que permaneciera en el cargo, con la excusa de que sería el piloto de…

DESDE que comenzó la pandemia del Covid 19, en España hemos tenido cuatro elecciones autonómicas: en Galicia y País Vasco (julio de 2020), Cataluña (febrero de 2021) y Madrid (mayo de 2021). Cuatro convocatorias con un electorado de muy diferentes costumbres. En todos los casos, hubo intentos de extrapolar los resultados al conjunto de España, y en todos los casos es un error. Sin embargo, las elecciones del pasado martes en Madrid dejan dos sorpresas a no olvidar. Una es que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias podían pagar en las urnas su desastrosa gestión sanitaria y económica de la pandemia, en la que tomaron por tontos a los españoles. Y otra que cuando había más extremismo ha subido la participación, pero no para votar contra la derecha (como era lo habitual en tales casos), sino para votar contra la izquierda.
UN sector de los indignados con Kichi (a los que ellos llaman fachas) está frotándose las manos desde la noche del martes. Están locos de felicidad con Isabelita Díaz Ayuso, a la que comparan con la Teo de los años del esplendor victorioso. Así como en el Génesis se advierte que una Mujer aplastará la cabeza a la serpiente del pecado, en la derecha suele ocurrir que son las mujeres las que aplastan a la izquierda más heavy. Es una curiosidad, pues mientras el podemismo alardea de feminismo morado, son los votantes de la derecha los que apuestan por las mujeres: antes por Teófila Martínez en Cádiz, ahora por Isabel Díaz Ayuso en Madrid, como también con Esperanza Aguirre.
SE suele decir que Sevilla siempre está con el bando ganador. Esto ya se contaba en 1936, cuando la guerra civil, con Queipo de Llano al aparato, incluso puede que antes. No vamos a recordar las desgracias de Sevilla la Roja, ni las diferencias con Madrid, donde aquella guerra duró casi tres años, y no duró menos de tres días, sino que ahora al PSOE sevillano se le presenta un dilema serio. A Juan Espadas se le habrá quedado la cara de circunstancias. Porque ahora en la calle Ferraz huele fatal, huele a lo mismo que olía en las postrimerías de Zapatero, quizás huela a lo que creyó oler Verónica, cuando entró allí a dar la media verónica, y supuso que daba la puntilla, como enviada especial de Susana Díaz. Estas elecciones de Madrid no son extrapolables, pero han pasado cosas tremendas. En realidad, lo que ha pasado es que el pueblo ha hablado y ha dicho que están hartos. Huele, en resumen, a cambio de ciclo.
SOY respetuoso con las personas sin hogar. Me consta que detrás de cada uno y de cada una, en general, hay historias tristes de fracasos personales, desgracias, vidas rotas, e incluso de injusticias. Ya lo he escrito en otras ocasiones. No es sólo un lumpen social de inadaptados. Aunque también haya vagabundos que eligen voluntariamente ese modus vivendi. Es necesaria la compasión. Y, principalmente, la atención social, con una asistencia eficaz, para paliar su marginalidad, para ofrecerles cobijo (aunque sea temporal) y para hacerles ver a quienes lo rechazan que ese tipo de vida no es lo normal en una sociedad del siglo XXI, sino una anomalía. También hay que dejar claro que todo no vale. Una ciudad se debe gobernar con leyes y normas para el conjunto de ciudadanos.
TAMBIÉN esto pasará. Sólo faltan dos días para las elecciones autonómicas de Madrid. Sí, autonómicas, aunque parece que el futuro de España y la Humanidad dependen de lo que decidan los madrileños y las madrileñas el 4 de mayo. En Madrid viven ciudadanos (y no son pocos) firmemente convencidos de que toda España es como Madrid. Aunque hay otras comunidades autónomas, en total son 17; y algunas, como Andalucía, tienen más habitantes y más provincias. No se ha demostrado todavía por qué Madrid necesita ser autónoma de Madrid, quizá les bastaría con una Diputación Provincial. Pero ahí los tienen: abriendo todos los telediarios de las Españas con sus ocurrencias.