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COMIENZA agosto, un mes temible en Sevilla. Otros años cerraban los negocios por vacaciones. Este año también, excepto los que ya están cerrados por ruina. Carece de mérito glosar agosto desde las playas, o elogiar sus soledades, mientras desde la ventana ves el tapón de Matalacañas o el faro de Chipiona. Agosto es el mes de los sevillanos fugitivos, que aprovechan las vacaciones, las jubilaciones, el paro, el teletrabajo, o su oportunidad para largarse. Domingos de agosto es el título de una novela de Patrick Modiano, que nos traslada a Niza en invierno. Sus domingos de agosto no tienen nada que ver con los de Sevilla, lo cito por citar algo. Los nuestros también evocan ese ambiente solitario y obsesivo que emana de la gran literatura. En los domingos de agosto sevillanos parece que va a pasar algo que nunca pasa. El tedio de las horas se disuelve como una letanía sin fin.
ES raro que la comisión de colegas adictos que han montado para cambiar el nombre del estadio no se ocupe también del Trofeo. En la historia del fútbol gaditano iban unidos. En 1955 se disputó el primer Trofeo Ramón de Carranza, aunque el viejo estadio se inauguró con un partido amistoso entre el Cádiz y el Barcelona. No incluir el Trofeo en ese lote, significaría que el Ayuntamiento de Kichi se olvida de su organización y gestión. Es decir, que lo dan por muerto. Un Trofeo sin público sería como el del año pasado, cuando se les ocurrió la parida de que vinieran cuatro equipos femeninos y no acudió nadie a ver los partidos. Como era de suponer.
EN Andalucía y el resto de España lo llaman botellón, menos en Sevilla que le dicen botellona. Pues a los botellones y las botellonas también les ha llegado la hora por culpa del coronavirus. En EEUU y otros países con sectas estrafalarias apuntan diversas teorías de la conspiración sobre el origen de esta pandemia del coronavirus. Según recuerdan estos conspiranoicos o paranoicos, nos han impuesto un nuevo orden mundial. Han obligado al uso universal de las mascarillas, lo que no deja de ser un detalle sanitario y estético. En Sevilla, algunos caballeros llevan un pañuelito visible y no es para el resfriado. Pero más allá de la estética, el coronavirus sirvió para encerrar a la gente más de tres meses en sus casas, para que salieran sólo en franjas horarias de rebaño, para prohibir casi todo.
REPETIR una mentira mil veces no la convierte en verdad, aunque lo dijera Goebbels. Es falso que la Ley de Memoria Histórica obligue a cambiar el nombre del estadio y no se pueda llamar Nuevo Estadio Carranza, como quieren la mayoría de los cadistas. Si fuera un recinto privado se podría denominar así. Actualmente está cedido al Cádiz CF, por cierto. Pero el Ayuntamiento no necesita ninguna Ley de Memoria Histórica, ni crear ninguna comisión de títeres manejados por Kichi, ni inventar excusas para cambiar el nombre al estadio, a los teatros y a todas las calles de Cádiz. Sean franquistas, comunistas o artistas. Es competencia municipal, siempre que tenga mayoría. Así que los podrían denominar Estadio Che Guevara y Teatro Nicolás Maduro.
LA transparencia tiene la culpa. Algunos dicen que el Reino Unido, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania y cada día más países nos tienen en el punto de mira porque aquí cuentan incluso los contagios leves con pelos y señales, y parece que la gente se está muriendo por las calles. Como siempre, la culpa es del mensajero. Pero también es verídico que depende de la forma de contarlo. Según los datos que el SAS publicó, actualizando la semana, en Sevilla no hay ningún muerto por coronavirus desde hace 20 días, igual que en Málaga; en Cádiz desde hace 21 días y en Huelva desde hace 24 días. Así que ni en la provincia sevillana, ni en las playas de la costa andaluza donde veranean los sevillanos, se ha muerto nadie por el coronavirus desde hace tres semanas. Toquemos madera, porque nunca se sabe, y algunos están acumulando méritos.