NO es sólo por el desastroso estado de la autopista AP-4 entre Sevilla y Cádiz. Se habla y se escribe mucho de los atascos y el colapso, sobre todo en…
LA derrota del Cádiz ante el Sevilla puede parecer engañosa. Al minuto 90 se había llegado con empate. Fue un duelo competido, en el que el Cádiz tuvo aspectos buenos…
YA se considera un éxito el tranvibús de Sevilla Este, por la buena acogida que ha recibido. Es el primer intento serio para mejorar la conexión de los barrios que crecieron en el entorno del Polígono Aeropuerto con el centro de la ciudad. Sevilla Este fue el gran proyecto de…
HE escrito en varias ocasiones que la estrategia electoral del PSOE pasa por hinchar a Vox. Por eso, lo que hace Pedro Sánchez va en esa dirección. Con un PP debilitado y un Vox fortalecido la diferencia entre las fuerzas del centro-derecha y la extrema derecha se quedaría diluida. Y…
EN ciertos sectores gaditanos existe la impresión de que el Museo del Carnaval no le interesa a nadie. Es decir, se trataría de algo de lo que se habla mucho, pero bajo el peso de una indiferencia generalizada. Pues parece obvio que si tuvieran verdadero interés, ya estaría abierto; y se podría visitar hoy, mañana, o pasado. También influye que se ha utilizado como un arma arrojadiza entre los políticos de los diferentes partidos, y entre los carnavaleros más reivindicativos.
CON la muerte de Enrique Treviño, hemos perdido el último héroe de las Filipinas de aquellas radios gaditanas. Durante más de medio siglo fue la voz del Carnaval de Cádiz desde los micrófonos de Radio Juventud. Existió un Carnaval durante el franquismo; y fue el que retransmitió Enrique, que ponía su voz para que llegaran aquellas coplas, algunas censuradas y otras no hacía falta. Que no eran de unos pringaos, sino de autores como Paco Alba y Enrique Villegas, y de todo lo que vino después, con el niño Antoñito Martín, y con Pedro Romero, y con los Majara de El Puerto, y con Joaquín Quiñones, y hasta con Martínez Ares, al que también retransmitió Enrique Treviño en ese medio siglo, como a las chirigotas de Fletilla y a los coros del Quini y a los cuartetos del Peña, y a muchos de los que envejecen y todavía se consideran nuevos carnavaleros.
ESTO lo dijo Albert Rivera, el domingo pasado, para explicar lo de Ciudadanos: “Los liberales de Cádiz han vuelto para gobernar España”. ¡Ole! Antes de reunirse en asamblea con los suyos, no se sabía lo que iba a ser Ciudadanos, porque unos querían definirse como “liberales y progresistas”, mientras que otros apostaban por ser “socialdemócratas”. Hoy en día, raros son los que en España no nos consideramos liberales, progresistas y socialdemócratas. Vale para cualquier Íñigo, lo mismo para Méndez de Vigo, que es el ministro más liberal, progresista y socialdemócrata del PP (e incluso acude a los Goya, a aguantar), como para Errejón, que es el líder más liberal, progresista y socialdemócrata de Podemos (e incluso acudirá a Vista Alegre, como el otro a los Goya).
PARECE que los abogados, los procuradores y demás familias que acuden a los Juzgados dispersos todavía no lo han entendido. Lo que van a construir en Cádiz, tras el pacto de la Junta y el Ayuntamiento, no es exactamente la Ciudad de la Justicia. Si acaso será el Pueblecito de la Justicia. No es lo mismo una ciudad que un pueblecito. Por ejemplo, se supone que las diputaciones se ocupan principalmente de los pueblecitos; sin embargo, en Cádiz, Irene García atiende también a la ciudad y echa cables. Puede que sea porque en el Ayuntamiento muchas veces se comportan como si estuvieran gobernando un pueblecito pequeño.
TANTO en las reuniones de amigos como en las tertulias de cierto nivel se está planteando una cuestión básica. Personajes como Donald Trump, Marine Le Pen, o los ultraderechistas europeos ¿son populistas o fascistas? Personajes como Pablo Iglesias, su maestro Tsipras antes de reciclarse, Beppe Grillo, o los anticapitalistas europeos ¿son populistas o comunistas? En realidad, se trata de un problema de palabras. Ya lo anunció San Juan: “En el principio fue la Palabra”. Pero después llegaron las palabras humanas, y muchas las carga el diablo para confundir. O, como escribió Philip Roth en Operación Shylock: “Las palabras sólo sirven para echarlo todo a perder”. Así que con las palabras hemos colocado a Donald Trump y a Pablo Iglesias en el mismo saco, siendo ellos tan diferentes.