ENTRE los grandes problemas de Cádiz están los tópicos y las fantasías. Estamos acostumbrados a escuchar tópicos, como si fueran verdades absolutas. Y eso la aleja de la realidad. Por eso, Cádiz suele ser un lugar ideal para las fantasías y las utopías sin fundamentos. Es difícil avanzar, mientras nos olvidamos de la ciudad real. Para colmo, al equipo de gobierno municipal, que encabezan Kichi y Martín Vila, le ha dado por decir que son los únicos que tienen un modelo de ciudad. Cuando no saben ni pedir fondos europeos Next Generation. Aquí, cuando surge un problema, no intentan solucionarlo, sino que politizan las culpas.

EL Campo de las Balas está ubicado en una de las mejores zonas paisajísticas de Cádiz. Ese espacio estaba reservado para uso hotelero por el anterior Ayuntamiento, cuando Bruno García era concejal de Turismo. Sin embargo, después, tras el proyecto para ubicar la facultad de Ciencias de la Educación en el edificio de Valcárcel, el Ayuntamiento acordó la cesión del Campo de las Balas para pistas deportivas de la Universidad. Era una insensatez evidente, puesto que desaprovechaban uno de los mejores espacios existentes en Cádiz para uso hotelero. Y una gran oportunidad perdida para llevar más turismo al barrio de la Viña.

EL Carnaval de Cádiz de 2022 va a resultar esperpéntico. Es discutible que se suspendiera oficialmente en febrero. Habrá agrupaciones en las calles cantando en las fechas propias del Carnaval, que coinciden con el puente del 28 de febrero. Habrá ambiente de fiesta. Ergo habrá Carnaval. La evolución de la pandemia lo permite. El Gobierno ya ha aprobado que la gente esté al aire libre sin mascarillas. Aunque esos días, y en las bullas, conviene ponérselas. Un grupo de carnavaleros, encabezado por Miguel Villanueva, presidente de los Autores, ha levantado la bandera del Carnaval callejero en febrero. Y el alcalde Kichi lo tendrá que asumir en sus competencias. La Cabalgata también hubiera podido salir el 27 de febrero, como salió la de los Reyes Magos el 5 de enero.

SI hay un hombre que es historia viva del Cádiz CF, ese es Francisco Márquez Veiga. Así empezaba una semblanza que escribí de él, en la serie Gaditanos de perfil, que se publicó en 2015. Hoy digo que era mucho más: un gran señor y una buena persona, que vivió en una ciudad que perdimos, y que conoció a los personajes y personajillos que pasaron por aquí en las últimas ocho décadas. Ha muerto a ocho días de cumplir los 97 años. Y a seis días de que jugara el Cádiz con el Celta, dos de sus tres equipos del alma. El otro era el Rápido de Bouzas. La última vez que hablé con él por teléfono, hace algunas semanas, fue gracias a su hija Mercedes. Paco Márquez Veiga ya no oía bien, pero había vuelto a leer lo que escribí de él, y se mostraba agradecido.

LA bronca por el supuesto insulto racista del futbolista cadista Cala al valencianista Diakhaby fue algo más que un incidente deportivo. En la polémica participaron algunos políticos, incluido Pablo Iglesias, entonces líder de Unidas Podemos, acusando sin pruebas al jugador del Cádiz. Jamás se probó que existiera tal insulto. Los comités deportivos no adoptaron ninguna sanción, al no existir pruebas, a pesar de los estudios y análisis realizados. Aún así, en algunos medios nacionales ya habían condenado a Cala. Tardó tiempo en olvidarse este asunto. Pero en Valencia lo removieron para crean mal ambiente en el partido de Copa del Rey. Y tuvo el bochornoso epílogo de una provocación de Diakhaby a Cala, tras su expulsión, que se pudo ver por televisión en toda España.