EL problema de que Barack Obama venga a Sevilla es que él mismo, por sí, todo lo eclipsa. Viene a una Cumbre Mundial del Turismo, la gran reunión de los 2.000 millones de euros que va a dejar la WTTC en Sevilla (eso dicen), pero no se habla nada más que de Obama. ¡Por fin viene! Sí, sí, sí, Obama ya está aquí. ¿Y saben por qué? Porque es el presidente de los EEUU favorito para todo el mundo fuera de los EEUU. Allí ganó Donald Trump las últimas elecciones, con aquella gente, y todo se le discute. Se le contrapone a Obama, aquel Barack, que jamás se apartaba de lo políticamente correcto, que era el más demócrata de los demócratas. Son como la noche y el día. Uno moreno y el otro rubio, pero reteñido.

LA cumbre mundial del turismo, la WTTC de 2019, es la locura. Sevilla ha tomado el testigo de Buenos Aires. Según las previsiones municipales aspira a obtener 1.700 millones de euros gracias al evento. Para empezar, en torno a 3,5 millones de euros en gastos directos de los 1.500 congresistas. Han colocado banderolas en las farolas, como si fuera una ópera de Tosca en el Teatro de la Maestranza. Por fin, se anuncia el momento de la llegada de Barack Obama, que viene mañana, como Pedro Sánchez. Aquí está Sevilla, al sur de Europa, cerca de África, por si no se habían enterado. Por aquí pasaron Magallanes y Elcano, cuando la vuelta al mundo. Pero ahora no van a dar la vuelta al mundo, sino que el mundo viene de vuelta a Sevilla, a descubrirla.

ES una pena que la Banda Sinfónica Municipal de Sevilla no salga el próximo Domingo de Ramos, detrás de la Virgen de la Amargura, para conmemorar el centenario de la marcha de Font de Anta. La ocasión de los 100 años de Amarguras bien que lo hubiera merecido, con todos los respetos por la banda de música del Carmen de Salteras, que este año se incorpora a la cofradía de San Juan de la Palma. Era una ocasión excepcional. Las circunstancias no lo han permitido. Esto también nos debe llevar a la reflexión sobre el futuro de la Municipal, en la que su director, Francisco Javier Gutiérrez Juan, está realizando una labor abnegada, yo diría que casi heroica, con incomprensiones a su alrededor.

EN aquel tiempo las grandes huelgas de Semana Santa eran las de hostelería. Me refiero a la Transición, cuando los sindicatos empezaban a despuntar, con Marcelino Camacho y Nicolás Redondo demostrando quienes manejaban el cotarro. Llegaba el Domingo de Ramos, la gente estrenaba, empezaban a masificarse las calles, pero había un punto negro: la huelga de bares, con el consiguiente fastidio. La hostelería (toquemos madera, de mostrador de El Rinconcillo, verbigracia) ya no se dedica a esas huelgas de Semana Santa. Ahora los bares son cerrados directamente por el Cecop, llegado el caso de las altas horas de la Madrugada. Así que el relevo de las huelgas en esos días sagrados lo han asumido en el Metro. Sólo hay una línea, y ya ven.

EL Cecop manda en la Semana Santa. Esto es así y ya se ha demostrado. Las últimas carreritas en la Madrugada de 2017 le concedieron el pleno dominio sobre las cofradías. De modo que Juan Carlos Cabrera está al mando,  y no porque sea el concejal de Fiestas Mayores, y no porque sea el presentador de los pregoneros y la pregonera, sino porque es el jefe político del Cecop. Hay que estar a lo que dispongan, porque las calles no son de todos, ni al derecho ni al revés, sino que deben organizarse dentro de un orden. Para dejarlo claro van a estrenar cuartel general de Semana Santa en el histórico enclave del Mercado del Arenal.