DESPUÉS de tantos años de demagogia en la autopista AP-4, entre Sevilla y Cádiz, parece que el peaje es lo único importante. Se ha dado por seguro que no se volverá a cobrar en 2024, como exigían en Bruselas para los fondos europeos. Y parece que con eso se solucionan sus problemas. Una vez más, se aprecia la habilidad del Gobierno de Pedro Sánchez para escabullirse de sus responsabilidades. Porque el principal problema de esta autopista no es ahora el peaje, sino el estado infame en que se encuentra y los frecuentes atascos. Es un ejemplo más del castigo a Andalucía con las infraestructuras, que este Gobierno sanchista ha paralizado en los últimos años, ante la general indiferencia en Sevilla y Cádiz, acostumbradas por inercia a la falta de inversiones.

PARA ser fraile piden tres votos: obediencia, castidad y pobreza. Para ser alcalde o concejal no piden todavía esos tres votos, pero en la práctica es como si los exigieran. Obediencia al líder, que es como un papa civil, y que lo expulsará del partido si lo critican. La castidad es imprescindible en estos tiempos, en los que por un beso de pico no consentido y difundido en TVE piden 4 años de cárcel y lo consideran un violador, mientras que por montar un golpe de Estado subversivo conceden una amnistía de rositas y puñitos. Y la pobreza es la garantía de ganar el cielo, pues a los ricos los fríen a impuestos y no pasan por el ojo de una aguja, y no son de sumar, sino de restar. Así que un concejal debe ser obediente, casto y pobrecito. O que se dedique a otra cosa, aunque se condene. Además hoy en día existe la transparencia, que es como confesarse en público y sin cura.

SORPRENDIÓ, y mucho, que una de las primeras reuniones del nuevo alcalde de Cádiz, Bruno García (PP), la cumpliera con la alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada (PSOE). Sorprendió, porque hoy en día no es normal que un político del PP y una política del PSOE se reúnan, negocien y busquen acuerdos por el bien de los ciudadanos. Que eso no sea normal confirma que la alta política de este país es anormal, o subnormal (es decir, por debajo de lo normal). Uno de los aspectos que trataron es la reconversión de la autovía entre Cádiz y San Fernando (ahora denominada CA-33) en una avenida o bulevar. Esta vía surgió como evolución del antiguo Camino Real, que servía de histórico enlace. Pero es una cuestión menor entre Cádiz y San Fernando, que son dos hermanas separadas, dos islas que incluso podrían volver a unirse.

A nuestra paisana gaditana Teresa Rodríguez le ha tocado una lotería política. Porque el Tribunal Constitucional ha fallado a su favor (y de ocho diputados afines), en la denuncia que presentaron cuando fueron expulsados del grupo de Adelante en el Parlamento andaluz. ¡Enhorabuena, Teresa! Aún no es pública la sentencia, pero según el adelanto que llega a Andalucía, esa lotería se la pagará el Parlamento (o sea todos los andaluces), en vez de abonarla los grupos que habían aprobado ese disparate, que fueron los miembros de Podemos e Izquierda Unida, comandados por Inma Nieto (que la echaron), y los grupos del PSOE, Vox y Ciudadanos, que avalaron la petición, al estimar que se ajustaba al reglamento. El PP se abstuvo. Y ahora el TC considera que era ilegal.

POR sus obras los conoceréis. Eso se decía de los alcaldes, en otros tiempos. Si había entregado para la posteridad algunas obras dignas de recuerdo, se consideraba positiva la gestión. Si no hizo nada interesante, ustedes lo disculparán. En Cádiz, cada cual recordará lo que hicieron los alcaldes y alcaldesas. Por no tener demasiada memoria histórica y hablar de José León de Carranza, nos podríamos centrar en lo que hicieron Carlos Díaz, Teófila Martínez y José María González Kichi. Y que cada cual saque sus conclusiones. Pero hoy me refiero a dos obras públicas que vienen coleando desde los tiempos de Teófila, que fueron prometidas por Kichi, y que siguen pendientes hasta llegar a Bruno. El Pabellón Portillo y el Teatro Pemán son obras que corresponden al Ayuntamiento. También están, ciertamente, las de la Junta, de todos desconocidas, porque nadie las ve, aunque las prometen.