SE nota que en Cádiz quedan ya menos lectores de José María Pemán. Este escritor gaditano calificó a la ciudad como “señorita del mar y novia del aire”. Debería estar…
LA derrota del Cádiz ante el Sevilla puede parecer engañosa. Al minuto 90 se había llegado con empate. Fue un duelo competido, en el que el Cádiz tuvo aspectos buenos…
LA gente que no viaja no sabe lo que se pierde. Depende a donde se viaje, por supuesto. A los que nos gusta viajar en tren es innecesario que nos cuenten lo mal que está el servicio. Es que el servicio está cada vez peor. Los que tienen que servir…
LAS tempestades han afectado a las carreteras andaluzas, incluso se cortó al tráfico la autopista AP-4 entre Sevilla y Cádiz. Ha llovido mucho, pero influye que están peor que en los tiempos de Aznar y Chaves. Y no me refiero sólo a las vías secundarias (algunas de las cuales son…
Nos abruma de nostalgia cuando recorre el barrio de los poetas. Pero esta Soledad no oculta una derrota. Hay esperanzas dentro de cada una de sus lágrimas
ESTA solitaria Virgen que pasa ahora, delante de una cruz en la que se mece un sudario, la que avanza presurosa, se diría que desgarrada, es la cumbre del dolor de una Madre. Atraviesa con sigilo extasiado las calles de San Lorenzo, como si temiera enajenarse con un rumor que la perturbara, como si fuera indiferente a las saetas, como si sólo viviera dentro de sus pensamientos.
Esta Virgen es la que nos provoca nostalgia en la noche del Sábado Santo. Es la que abre un camino difícil, el que conduce de su soledad a la esperanza, de los silencios de muerte a las campanas de júbilo, de la oscuridad al alba. Es la soledad sonora que no necesita palabras. Es la misma Soledad que le prestó su rostro a un retablo de azulejos en el cementerio, donde todos los días es Sábado Santo, donde la cruz está más alzada, apuntando siempre al cielo. Es allí donde sus lágrimas parecen más espesas.
LA cofradía de la Expiración, que tantos vínculos mantiene con la Guardia Civil, se ha trasladado al barrio de los gitanos de Cádiz. Hoy saldrá de Santa María. El cierre por las obras de la iglesia castrense del Santo Ángel impide que vuelvan las escenas de tantos Viernes Santos, cuando el Cristo de la Expiración y la Virgen de la Victoria salían, frente al Teatro Falla, para abrir las estaciones penitenciales del Viernes Santo. Aunque la actividad de la parroquia se trasladó a Capuchinos, tampoco podían salir de allí. Así que las circunstancias forzaron el traslado a Santa María, donde ha compartido momentos inolvidables junto al Nazareno.
Esta madrugada vuelve a ser 14 de abril. Es una fecha histórica. En 1995 se encontraron en la Catedral, cara a cara, las Esperanzas
SUCEDIÓ en la Catedral. Pocos pudieron verlo. Cuando las dos se quedaron frente a frente, cuando se cantaba la Salve más esperanzadora jamás imaginada, resbalaron lágrimas. Nunca más lo verían aquellos privilegiados. Nunca más ha sucedido. Ya han pasado 22 años. Y esta madrugada coincide con otro 14 de abril.
Ocurrió por casualidad, como a veces pasan los milagros. Madrugada amenazando lluvia, inquietante. A las cinco y media empieza a llover. La Virgen de la Concepción ha entrado en San Antonio Abad. El Gran Poder apresura el paso desde la plaza del Museo, cubierto, para guarecerse cuanto antes en San Lorenzo. El Señor de la Sentencia avanza hacia la Anunciación. Pero la Esperanza Macarena se queda en la Catedral.
PARECE que fue ayer, pero van pasando los años. Hubo un tiempo en que la madrugada del Viernes Santo se vivía plenamente en El Pópulo. A medianoche, salía la cruz de guía de Sanidad, con los negros penitentes que acompañaban al Señor del Mayor Dolor y la Virgen de la Salud. A oscuras, sólo con tímidos reflejos de la luna. Era el principio de una noche mágica. El silencio apenas roto por los rumores lejanos del cortejo del Nazareno. En las calles del Cádiz más antiguo se iban a vivir más de 10 horas inolvidables.
Todos nos hemos sentido traicionados alguna vez y eso es lo que se representa. Los malos y los buenos. Pero, al final, solo el Señor es el Bueno
AQUEL hermano número 1 ya falleció, hace demasiados años. Una tarde de marzo en su casa, con la voz temblorosa, mientras la Cuaresma avanzaba con chicotás que siempre nos parecen cortas, mientras llegaban rumores de charlas en Casa Morales, me contó que él había visto a la antigua imagen del Señor, en las calles de Sevilla, con una túnica bordada; y que cuando encargaron una talla nueva a Castillo Lastrucci algunos hermanos se enfadaron, y más aún cuando enviaron al antiguo Titular a la parroquia del Juncal.
No obstante, con el paso de los años, ese monumental paso de misterio se transformó en un clásico de la Semana Santa. Como si hubiera existido toda la vida, como si fuera una herencia de los siglos de oro del barroco, o de la Semana Santa romántica. Y que, sin embargo, ese misterio tan extraordinario era de ayer mismo, porque todo lo hizo Antonio Castillo Lastrucci, y todo se estrenó en 1945: el Señor, las figuras del misterio y el paso. Todo salió nuevo ese año. Total, que era muy bonito, pero de ayer mismo. Y que los viejos recordaban aún el antiguo. Y que las cofradías no tenían memoria, y que eran capaces de reinventarse. Aunque a ellos les quedaba su Regla panadera.